Hermes es el dios griego del comercio y de los comerciantes, singular mezcla de vicios y virtudes. Heraldo y protector del pastoreo, señor del robo y del perjurio, inteligente y elocuente, protector y guía de los viajes. Y el Hermes de nuestros días no es otro que Díaz Ferrán . En estos tiempos que nos ha tocado vivir muchos de nuestros dioses son hombres y mujeres de éxito, hechos a sí mismos, nombres como Agag, Botín, Mario Conde, Florentino Pérez, Cachuli o Farruquito , ídolos cuyas apasionantes biografías seguimos y devoramos. Y de entre este nutrido y selecto grupo, Díaz Ferrán es un clarificador ejemplo del proceder de nuestros empresarios, que llegaron a la cima aprovechando los escombros del tardofranquismo y sus extensas redes de favor, soborno y corruptela y que mantienen los podridos resortes de la política y la indolencia de las leyes.

Cuando vemos imágenes de las reuniones de la CEOE uno no ve rostros de intrépidos y audaces héroes de las finanzas, sino caras abotargadas, cuerpos con exceso de sebo y panzas llenas de tratos de favor y prerrogativas. Encorbatados salvadores de la patria que han demostrado con la crisis su verdadero perfil de irresponsables, y su autocomplaciente visión de la sociedad de los hombres. A los ciudadanos y trabajadores se les piden incontables sacrificios como renunciar a salarios o empleos con tal de salvaguardar las nóminas del Olimpo, y se les exige un responsabilidad que nunca han tenido por pretender vivir dignamente. Pero no a Díaz Ferrán , el prototipo del éxito, el Usain Bolt del desarrollismo. Visto su comportamiento en los negocios y en la vida pública, proponemos a nuestros empresarios que pongan a otro en sus altares. Alguien que reúna la esencia y virtudes de su clase, triunfadora, satisfecha de sí misma; por ejemplo la baronesa Thyssen . Bueno, no. La baronesa no, que ahora está muy ocupada. Mejor Belén Esteban .