La estupidez del hombre es casi infinita. El Parlamento no es un escenario para que actores y actrices, influyentes de tantas maneras en la vida social del país, metan las narices entre cacheos y cachondeos, sino el foro en el que los Padres de la Patria, de acuerdo y con seriedad, estudien los temas claves de la vida de la nación y con respeto deshojen la margarita de guerra si, guerra no. La concordia hace crecer a las cosas pequeñas; la discordia destruye las grandes.

Escuchaba a un grupo de señoras en la calle, su foro, decir. Los actores son los menos indicados para hablar de paz. Propagan la violencia y la guerra en sus películas. ¡Que empiecen por ahí! Las otras se reían diciendo: ¡No seas tonta! ¿De qué viven? No faltó quien, triste, exponía el daño que hizo a sus hijos los modos libertinos y carroñosos , ésta era su palabra, que airean en las pantallas y que lamentablemente influyeron en su familia. Hay muchas maneras de sembrar la guerra y discordias. Sus vidas no educan y sí deforman.

Estoy de cuerdo: he visto a jóvenes, centrados en sí mismos, bombardeados por los medios audiovisuales, convertidos en mendigos de gustos y productos, en guerra consigo mismos.

Para decir, nunca más a la guerra, hay que tener el alma rota y ensangrentada, y un corazón abierto y despierto, capaz de captar el valor de servir a la gente que ni conoces, ni te van a pagar nada.