Soy mujer casada y sin hijos, por decisión propia. LLevo años escuchando la monserga de que me pierdo algo fundamental por esa decisión que tomé hace años, y de que una mujer sin hijos es como si estuviera incompleta. A las mujeres de mi generación nos educaron en la creencia de que la finalidad de nuestras vidas consistía en traer más vidas a este mundo, cosa a la que yo me niego por varias razones que no vienen al caso. Me parece algo lorquiano y totalmente sin sentido que aún estemos dándole vueltas a ese asunto, pero les aseguro que es raro el día en que no tengo que dar explicaciones por ello. Cuando la semana pasada leí en una entrevista a Maribel Verdú que ella era de mi misma opinión y casi casi por los mismos motivos, sentí una satisfacción infinita. Es una tontería, pero me hizo sentir menos incomprendida. Y cual no sería mi sorpresa cuando la columna del sábado 2 de agosto en su periódico iba dedicada al mismo tema. Y encima por un hombre. Pero es que era Florián Recio. Llevo varios años leyendo sus columnas y siempre encuentro en ellas algo que me hacen sonreír o sorprenderme o emocionarme. Son muchas las ocasiones en que, después de leer sus columnas he querido escribir unas líneas de agradecimiento, por el mérito que tiene el hacerme pasar un buen rato, pero siempre me he dejado llevar por la pereza o por la timidez. Esta vez, con lo de los nenes, no quiero que ocurra lo mismo. Quiero aprovechar para decir que me encantan sus escritos y desearle mucha suerte y darle las gracias por el apoyo que significa para quienes, como yo, tenemos el sentido de la maternidad en el limbo.

Ana de Calatrava Romero **

Cáceres