El himno de España no tiene letra, y cuando suena en los eventos deportivos, los españoles cantarines no tienen más remedio que recurrir al socorrido la,la,la de relleno que se utiliza en muchas canciones para cubrir estribillos, como la patata frita para tapar vacios en los platos entre filete, croqueta y lechuga. Ir vocalizando ´las´ conforme avanza la música del himno es un desacierto estético, un apaño melódico que puede quedar un tanto chusco; quizá sea mejor guardar silencio conforme transcurren los compases, como acto reverencial a la música.

La mayoría de los himnos del mundo tienen letra y todas exaltan con más o menos exageración la prodigiosidad de la tierra y la patriótica idiosincrasia de sus gentes. He leído las letras de varios himnos y la mayoría no pasan de ser una sucesión de palabras aduladoras que con apasionada visceralidad alguien se dirige a sí mismo, algunas incluso han quedado obsoletas y declaman un fervor patrio decimonónico. La mayoría carecen de valor literario, originalidad y frescura, aunque cierto es que sacar la esencia y sentimientos patrióticos de un país valiéndose de la palabra es una labor casi imposible. Raras veces la poesía se ha llevado bien con los asuntos de Estado.

Alguien quiso ponerle letra al himno español y colocó varias estrofas a la vera de su pentagrama, pero un jurista con más poder que el letrista decidió que la sinfonía debía seguir exenta de contenido literario. Muy artificiosa parece esa opción de proporcionar a los acordes del himno nacional una letra que cantar, pero en todo siempre hay un principio. Ocurrió con la creación de la mayoría de los himnos autonómicos que hoy se cantan con naturalidad. Seguro que estos días de Mundial muchos españoles han echado de menos una letra que corear cada vez que sonaban los compases del himno. Otros, como quien suscribe, preferimos seguir imaginando versos para sus estrofas. A elegir: coral sinfónico o únicamente instrumental. Todo, menos un vulgar aluvión de ´las´.