Ahora que ya ha pasado todo y con el agridulce sabor de la derrota, recupero el texto que envié al COE y a la SGAE y con el que, imagino, participé en el reciente concurso para dotar de letra a nuestro himno nacional.

Sin falsos prejuicios y, por supuesto, con la tranquilidad que da el saber que apenas tenía posibilidades de éxito con la que está cayendo, envié un original que era más bien una reflexión sobre el ser de España y los anhelos que como ciudadanos tenemos para con nuestro país.

Todo ello envuelto en la matriz convencional de un poema que encierra en sus versos algunas de las más hermosas palabras de nuestra lengua y los sentimientos compartidos por millones de ciudadanos que aspiran a identificarse solidariamente por encima de los antagonismos que se dan en la actual realidad política.

Salve España/La piel de nuestra tierra/ es el toro y el sol/ Historia de pasión. /Pan y trabajo/ Amor, libertad/ Deseo de alcanzar/ un futuro de unión/.

La palabra/ Arma que nos da vida/ acompaña al honor/ y es nuestro primer don/ Firme esperanza/ feliz realidad/ continuo dialogar/ en comunicación/.

Con el alma/ cantemos todos juntos/ Una sola voz/ un solo corazón/ Fe en nuestros hijos/ Justicia, hermandad/ Quijotes de la paz/ en un mundo mejor/.

¿No sería esta letra paradigma de lo rancio y patriotero según el modelo imperante?

¿O acaso no es el reflejo de nuestras raíces culturales y metáfora de nuestra sufrida España y lo que la hace eterna?

¿No se reconocen en ella millones de personas que aspiran a poner en valor las señas de identidad de un país orgulloso de su carácter y de su destino?

Visto el resultado y los mares de tinta que se han vertido en el análisis de la oportunidad del proceso y su conclusión, debe ser cierto que corren malos tiempos para la lírica, porque no es posible que en España ya no queden poetas o que haya siete mil que seamos tan rematadamente malos. Vale.

Desiderio Guerra Corrales **

Maestro