Los nuevos ministros no tienen vacaciones. Ese es el mensaje que el Gobierno ha pretendido transmitir la pasada Semana Santa a base de facilitar información sobre encuentros entre ministros que, en condiciones normales, pasarían absolutamente desapercibidos. El objetivo evidente de este súbito despliegue de cámaras en despachos ministeriales es que la opinión pública perciba que se ha producido el "cambio de ritmo" que el presidente Rodríguez Zapatero anunció cuando hizo oficiales, el martes, los cambios en su Gabinete. Pero las intenciones del jefe del Gobierno van, al parecer, más allá de la imagen. No se trata solo de exhibir hiperactividad, sino de desatascar algunos de los asuntos pendientes que empantanan la vida política y estrangulan algunas de las vías de recuperación económica. Es decir, se trata de que las decisiones del Gobierno en busca de la reactivación se trasladen mucho más rápidamente que hasta ahora a la economía real. Ahí parece estar una de las claves del relevo en la vicepresidencia económica del prestigioso Pedro Solbes por la eficaz Elena Salgado.

Es cierto que la lucha contra la crisis económica no debe hacerse a golpe de ocurrencia, pero también lo es que el despliegue de ayudas públicas al sistema financiero, a los parados, a la pequeña y mediana empresa y a los ayuntamientos para que aborden inmeditamente obras generadoras de empleo debe ejecutarse con diligencia, eficacia y, sobre todo, con una convicción que tal vez le faltaba al equipo económico saliente. Zapatero fue exquisito a la hora de despedir a Pedro Solbes, pero el trajín de estos días festivos huele a que se quiere poner una marcha más a la dinámica gubernamental.

Uno de esos asuntos que no puede estar por más tiempo embarrancado es el de la financiación autonómica. Y no solo porque tense las relaciones entre comunidades autónomas o dificulte acuerdos parlamentarios de la mayoría gubernamental con grupos nacionalistas. Es evidente que, más allá del victimismo al uso, las autonomías merecen tener despejado su horizonte financiero para poder prestar con las mínimas garantías los servicios básicos a los ciudadanos. Que el sábado se reunieran los vicepresidentes Salgado y Chaves para abordar esta cuestión es un síntoma muy positivo, pero habrá que esperar hechos concretos.

En cuanto a la hiperactividad del nuevo ministro de Fomento, José Blanco, ha compaginado su trabajo en los despachos con entrevistas en prensa y radio. De ellas, ha quedado claro que el impulso a las líneas de alta velocidad de Valencia y Galicia es una de sus prioridades. De cómo desatascar el retraso que acumula el AVE a Extremadura, ni una palabra, lo cual es un motivo de preocupación para una autonomía que aún no ha podido inaugurar un solo tramo de la alta velocidad.