En Estados Unidos se dice a menudo que la Unión Europea se comporta de modo hipócrita ante amenazas mundiales como la que encarnaba el régimen de Sadam Hussein. Dicen desde allá que mientras los europeos enarbolaban banderas de la paz desde la Vieja Europa , necesitaban como agua de mayo la fuerza bruta norteamericana y sus ofensivas bélicas. Si el bienestar europeo se basara en la subordinación de pueblos como el iraquí o los africanos, tal vez los norteamericanos tuvieran razón. Los europeos seríamos unos hipócritas.

Sin embargo, las imágenes de la ejecución de Sadam se nos revuelcan en el estómago como bolas de inaguantable hipocresía neoconservadora. Y no por disculpar al sujeto. Ante el desastre político más patético que haya podido yo observar en mi existencia --por falso, ilegítimo y sangriento-- los moralistas líderes antiterroristas G. W. Bush y T. Blair, deciden tras los bastidores ejecutar la pena de muerte al exrais iraquí ante las miradas del mundo en un país donde, a pesar de todo, estaba prohibida. Sin haber concluido los juicios a Sadam, se le condena por haber firmado la muerte de 148 chíies en 1982 (cuando todavía era aliado de los EEUU) y, se infiere que por demonio. La posición moral de Bush y Blair hace aguas por todos lados: ¿De qué país procedían las armas que utilizó Sadam durante aquellos años, ese dictadorzuelo entre tantísimos que hoy gozan de la buena amistad de los EEUU y la UE? ¡Justo! Eran de fabricación norteamericana.

La pena de muerte en el mundo, al igual que las guerras, son la vanguardia institucionalizada de la hipocresía humana. Mucho más que cualquier postura pacifista. Quizás la hipocresía, como la economía y el terrorismo, se esté ya globalizando.

David Llistar **

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