Un hipopótamo se pasea por las calles de un pueblo, sin molestar a nadie, ajeno al tópico del elefante en la cacharrería. Estas son las noticias que me gustan, las pequeñas, las que ocupan unas pocas líneas pero son el germen de colosales novelas.

Un breve que es el fleco de donde sacar no un jersey sino una colección otoño-invierno y sobra para un cojín y una batamanta. Late en ese titular más historia que en todo el periódico entero. Hay que apartar las otras menudencias para llegar al cogollo, como en las lechugas. Eliminar los bichos, lavar bien las hojas para que se desprendan de parásitos y otras porquerías.

Eso si te gustan las verduras de toda la vida, las que saben a algo, porque también están las otras, las lechugas iceberg, que hacen honor a su nombre con un sabor frío a plástico de invernadero. Se coge el periódico, sin pinzas, tampoco hay que exagerar, no está tan sucio, y se sacude un poco sobre la pila, o si uno es mal vecino, se agita en la terraza y se deja caer lo que sobra sobre la acera. Fuera las páginas salmón, las de economía, esas que no entendemos ni vamos a entender nunca. Fuera también el suplemento de viajes a aquellos sitios que no conocemos ni vamos a conocer. Y además, nos desilusionarían, tanta es la literatura y la mentira con que se adorna cualquier destino. Y hablando de literatura, fuera también las páginas culturales y las de información, las que más mienten.

Nada internacional ni nacional, nada de análisis serios. Ya estamos a punto de llegar al cogollo. Un hipopótamo se escapa del circo (qué demonios hace un animal así en la pista, ¿salta?) y pasea por las calles de un pueblo de Huelva. Con ese titular, la Champion, el enésimo partido del siglo, la información del tiempo, una boda de un famoso y algo de televisión (Cuéntame no, por si acaso) ya tenemos lo que importa. Lo demás, el periodismo y todo eso, es ficción frente a la realidad pura y dura.