Es esta una vieja historia, pero en política las deudas del pasado hipotecan el futuro. La historia de un líder en apuros, dos veces derrotado en las urnas y amenazado por una conspiración de correligionarios, empresarios y medios de comunicación de Madrid.

El cuento de un político prófugo que busca refugio en tierras levantinas para vencer a los conjurados en la capital. Y que al amparo de sus anfitriones salva honor y liderazgo, pero al precio de mirar para otro lado cuando las sevicias que aquel manto protector ocultaba acaban saliendo a la luz.

El congreso del PP en el 2008 no se celebró en Valencia por casualidad. Mariano Rajoy había vuelto a morder el polvo en las urnas y Esperanza Aguirre , escoltada por José María Aznar y una corte mediática copiosamente abrevada, pedía turno. Solo el andaluz Javier Arenas y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón , acudieron en auxilio de Rajoy; pocas huestes para hacer frente al acorazado aznarista. Fue entonces cuando el líder valenciano, Francisco Camps , y la todopoderosa alcaldesa, Rita Barberá , vieron lo que ahora los pedantes describen como una ventana de oportunidad. Sus avales, 150.000 militantes, el control de todas las administraciones valencianas y una acreditada capacidad de financiar campañas electorales.

Mientras en las plantas nobles de la Fira de Valencia se ultimaba el aplastamiento de los sedicentes, Alvaro Pérez , alias el Bigotes , se movía por los pasillos como pez en el agua. La trama Gürtel, que expulsada de la sede de Génova acababa de implantarse en la capital del Turia, facturó al menos 100.000 euros, que según la policía el partido pagó en negro. Era el inicio de una gran amistad.

Retengan esa imagen: en el mismo edificio, el Bigotes haciendo caja mientras Barberá y Camps escoltan a Rajoy, que al caloret de aquel verano valenciano se asentó en la presidencia del PP y esperó a que la Moncloa, crisis mediante, cayera como fruta madura. Quizás así entiendan que el presidente no ose llamar a la exalcaldesa imputada por corrupción para exigirle el escaño. La hipoteca firmada en Valencia aún no se ha liquidado del todo.