WLw as revelaciones sobre las torturas y los malos tratos en el penal de Guantánamo, según testimonio de agentes del FBI, confirman que lo ocurrido con los presos islamistas en la base Cuba forma parte de la historia inacabada de una infamia. Ese relato es una secuela bochornosa de la guerra global contra el terrorismo declarada por la Administración de Bush tras los atentados del 11 de septiembre del 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York. Inmediatamente después, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) puso en guardia a la opinión pública sobre el eterno dilema entre libertad y seguridad, y advirtió de la necesidad de preservar el más escrupuloso respeto de los derechos individuales porque, en caso contrario, "el enemigo habrá ganado". El combate por la libertad prosigue, ahora en forma de querella contra el exsecretario de Defensa Ronald Rumsfeld, pero la maquinaria legislativa y carcelaria mantiene su autismo, como se demostró con la ley sobre tribunales militares aprobada en el Congreso por republicanos y demócratas confundidos.Puesto que el hábeas corpus solo puede ser suspendido en caso de rebelión o invasión, el Tribunal Supremo volverá a pronunciarse sobre los presos de Guantánamo. Mientras tanto, y ante el desafío del terrorismo, lo que demandan amplios sectores de las opiniones públicas europea y norteamericana no es que la Administración de Bush baje la guardia, sino que rectifique su planteamiento global y sus métodos preventivos y exorbitantes. Lo único positivo del embrollo judicial y humanitario es que, tratándose de EEUU, quizá algún día, horrorizados, descubriremos toda la verdad.