Profesor

Tras la invasión romana de Hispania, éstos tal vez llegaron por estos lares para liberar a los indígenas de algún malvado dictador hispano, legionarios y mercenarios venidos de numerosos rincones del Imperio, exterminaron poblados y castros célticos o iberos sin misericordia. Mujeres y niños serían masacrados en los avances romanos por las tierras hispanas, antaño libres de estos visitantes tan cultos, que nos traerán un modelo de civilización dictada desde la lejana Roma, la Nueva York del mundo europeo antiguo, ansiosa de riqueza y poder al precio que fuera.

Era común en el imperio romano enviar un gobernador, hombre de confianza del emperador, que se encargaba de pacificar la zona como fuera y de camino exprimir a los habitantes de las tierra explotadas, mientras, eso sí, nos enseñaban el latín.

En muchas ocasiones, los celtas y los iberos se levantarían contra el yugo romano; este fue el caso del lusitano Viriato, que después de sobrevivir a la matanza de unos 10.000 lusitanos realizada por el gobernador Galba, engañados con el pretexto de que le iba a repartir tierras, traería en jaque a las tropas liberadoras romanas durante unos pocos años, hasta que fue traicionado por unos compañeros comprados por Roma. A estos héroes hispanos, los romanos llamaron terroristas o rebeldes y no dudaron en poner precio a sus cabezas, a la par que mataron a sus familiares, justificándolo todo por el bien del imperio y la civilización occidental. No había ni prensa, ni tele, ni radio que nos informaran de lo acontecido, sólo unas crónicas históricas hechas y pagadas por los vencedores, ¿cómo ahora?

¡País que no termina nunca de aprender de su propia historia!