TEts muy difícil desprogramar los circuitos y reacciones inconscientes del miedo. Es muy difícil desatornillar el odio que aquel genera y más difícil aún sustituir a uno y otro por una confianza, basada, únicamente, en las declaraciones de quienes hasta el momento han sido los causantes de ambos. El terrorismo etarra está ensamblado al imaginario nacional y ha marcado, de forma indeleble, el cerebro con la desolación y eso no es fácil cambiarlo de la noche a la mañana.

Ahora se nos pide que desmontemos la memoria alimentada por la amenaza, el secuestro, la extorsión y el asesinato, pero eso no va a ser fácil para nadie, menos para quienes miran a diario al cementerio. Estamos hechos de emociones y de emociones primarias, que se adelantan, en los juicios y en la toma de decisiones, a las frías despaciosas zancadas del razonamiento.

Para contener aquellas se nos pide cautela y prudencia; se nos ruega no emprender el turbio camino de la ira y la ofuscación ni obstaculizar los senderos de la racionalidad, porque aquel, el camino de las emociones, nos lleva a la lógica de la venganza, y éste, el del cerebro, nos lleva, simplemente, a la lógica, donde las actuaciones excesivas no caben.

No va a ser fácil reprogramar el archivo del dolor, acoplar el comedimiento, colectiva e individualmente. Ese va a ser un aprendizaje de sustitución de gran esfuerzo, porque las heridas no curan con las palabras ni las declaraciones; un empeño titánico porque habrá quien abogue por el ajuste de cuentas, la justicia con mano de hierro, y hasta estropear la cosa por un puñado de votos y quien hurgue en la herida y hasta niegue una gota de bálsamo para calmarla.

Y sin embargo hay que hacerlo. Al menos eso dice la parte racional que distingue a los ciudadanos de los asesinatos; eso dice la ética que no nos autoriza a dejar una herencia y un legado de odio y venganza a nuestros descendientes y eso dice toda persona que sabe que en el empeño por salvar la vida, incluso el insecto más insignificante, derrocha esfuerzos inconmesurables, todos, si es necesario. La hoja de ruta no puede ser otra: si no pude evitar que mataran a mi padre, debo hacer lo que esté en mi mano para que no maten a mi hijo.

*Licenciado en Filología