Hace unos años estuve estudiando ingles en Malta algunas semanas; durante mi visita realicé excursiones a los sitios más turísticos de la isla junto a mis compañeros, y será difícil de olvidar como las chicas se tenían que cubrir sus extremidades para entrar a las iglesias del que podríamos decir que es el país, con permiso del Vaticano, donde con más respeto se vive lo relacionado con la religión y el Cristianismo. Mucho más reciente es el viaje que emprendí con mi buena amiga Ester por el Mediterráneo, con parada incluida en Túnez. De la visita al país más liberal del Islam siempre guardaré la imagen de mi acompañante esperando en cada área reservada para mujeres, mientras yo paseaba y saciaba mi interés dentro de cada mezquita.

Estos días ha estado de visita por Europa el presidente de Irán, Hasán Rohani , acompañado de media docena de ministros, más de un centenar de empresarios persas, y una cantidad indecente de miles de millones en el bolsillo para gastar a diestro y siniestro. Pero en este caso el líder de la república islámica no podrá hablar en el futuro de cómo se ha tenido que comportar ante las reglas y normas culturales de un país extranjero, y es que para evitar problemas los gobiernos occidentales han preferido bajarse los pantalones --o subírselos, para ser correctos--.

Si al Cesar lo que es suyo, debemos de admitir que al socialista y patriota Hollande no le ha temblado el pulso a la hora de cancelar la cena ante el requerimiento de que el vino fuese expulsado de la mesa. Muerto el perro ya se sabe. Bien diferente es lo que ha sucedido en Italia y el Vaticano, donde además de no servirse la sangre de Cristo durante el ágape, las estatuas desnudas han sido cubiertas con paneles, por si pudiera verse afectada la sensibilidad de los ilustres huéspedes de Irán; el país donde uno puede acogerse a la ley del Talión, los homosexuales son asesinados en plazas públicas, las mujeres no son más que un objeto a disposición de su marido, y los latigazos son el castigo más extendido. Pura delicadeza.