Un año después de su elección para la presidencia francesa, el balance de François Hollande bordea el fracaso tanto en el plano interno como en la política europea, en la que su discurso preelectoral levantó tantas expectativas. En política interior, Francia se encamina a la recesión, una etapa que Nicolas Sarkozy logró evitar a costa de un estancamiento permanente y de una falta de iniciativas contra los seculares desequilibrios económicos que ahora está pagando su sucesor. Pero Hollande debe apuntarse el negativo récord del paro, que, con más de tres millones de desempleados, ha superado la marca histórica de enero de 1997. En su primer año en el Elíseo, los parados han aumentado en 321.900, el 40%, en un solo ejercicio, del incremento de todo el quinquenio de Sarkozy.

La economía, pues, se ha deteriorado gravemente, y se debe en gran parte a que Hollande ha perdido la apuesta europea con la que se presentó ante los electores. Tras asegurar que no firmaría el tratado de estabilidad negociado por su antecesor, aceptó que las reformas figurasen en un documento adjunto. Tras arrancar a Angela Merkel un plan de estímulo del crecimiento cifrado en 120.000 millones de euros, no hay noticias de ese proyecto, ni de la unión bancaria, ni de las ayudas directas del BCE a la banca, ni de los eurobonos, ni de nada de casi nada. Hollande rompió el duopolio Merkozy y buscó la alianza de los otros dos grandes países del sur, Italia y España, pese a las diferencias ideológicas de los gobiernos. Lo intentó con Mario Monti y Mariano Rajoy y ahora con Enrico Letta , pero el camino europeo lo sigue marcando Alemania. Ahora se habla de nuevo de que la UE está dispuesta a rectificar su política de austeridad a ultranza íhay más plazos para los déficits, vuelve a apelarse a la necesidad de impulsar el crecimiento--, como, por otra parte, defienden el FMI y la OCDE. Pero el escepticismo no disminuye, dado que las esperanzas han sido muchas veces frustradas por la intransigencia de Alemania.

Frente al poderío germano, Hollande no ha sabido o no ha podido encabezar la alternativa, lo que da pie, además, a que la derecha francesa le reproche que ha obstruido los engranajes del ya chirriante eje franco-alemán. Y ante todo esto, Hollande solo repite que le quedan aún cuatro años de mandato y que al final será el momento de juzgarle. Lo mismo que decía Sarkozy.