TEtl alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón , ha decidido sacar de la ciudad a los llamados hombres-anuncio, aquellos que actúan en las calles más comerciales del centro, embutidos entre grandes carteles que cuelgan del cuello, y anuncian locales en donde se compra oro y plata, se venden relojes a buen precio o se puede comer un menú barato. Dice que no lo hace por motivos estéticos, sino para preservar la dignidad de quienes tienen que ganarse la vida en una situación tan embarazosa.

Sin poner en duda la nobleza de la intención, es precisamente la causa aludida la que suscita la primera duda. Porque cabe suponer que la de ser hombre-anuncio no está entre las vocaciones clásicas del ser humano. Ninguna enseñanza académica la contempla y es difícil imaginar que un chaval que mira al futuro exprese a sus padres el deseo ferviente de dedicarse a tal actividad como forma de vida. Por el contrario, es sencillo imaginar que quien se ve abocado a hacerlo lo haga muy a su pesar, como ocupación pasajera, sopesando en la balanza de la dignidad qué es lo que ofende más, si colgarse un cartel o no tener un sueldo que llevarse al hogar.

Además, se percibe una mirada selectiva y aristocrática sobre estos dignos ciudadanos. Después de la noticia que dé cuenta de la idea del alcalde de Madrid, los informativos televisivos de turno acogerán con la mayor naturalidad declaraciones de pilotos de Fórmula 1 embutidos en trajes tatuados de anuncios de cualquier dimensión o a entrenadores y jugadores de fútbol ofreciendo ruedas de prensa ante micrófonos y paneles repletos de marcas comerciales. Incluso podremos identificar a la perfección la marca del coche en que viaja el alcalde, las de su traje y camisa, la de sus gafas...

Porque si algo está grabado en el ADN del hombre actual, esa es la condición de ser un hombre-anuncio. Unos cobran millones por serlo; otros, pringados, lo hacemos por la cara, porque para preservar nuestra dignidad tendríamos que destrozar las prendas que vestimos o los objetos que portamos; y los últimos, esos hombres-anuncio que quiere retirar Gallardón de las calles de Madrid lo hacen, sencillamente, para poder comer. Si la idea tiene un punto de impostura, el momento elegido para anunciarla, en plena crisis económica, roza la inoportunidad política y la desaprensión.