La fábrica de sueños de Disney transformó la terrible historia de la Bella Durmiente en un cuento de beso milagroso, calentó hasta el amor incondicional el frío odio de la malvada reina de las nieves, salvó de una muerte horrenda a Esmeralda y Quasimodo y edulcoró hasta el happy end el racismo de Pocahontas. No se entiende cómo no convierte en superproducción la aventura de los Magos, que desde Oriente y guiados por una estrella, emprendieron un camino incierto hacia el portal, adoraron a una criatura paria como Dios niño, le ofrecieron oro, incienso y mirra, sortearon la maldad de Herodes tras cumplir su mágica misión, y, sin embargo, sucumbieron al final de sus vidas a la persecución por la justicia, la tortura y la muerte, según la desmitificación implacable a la que la ciencia histórica ha sometido en estos tiempos pragmáticos a los simpáticos y generosos monarcas.

Cecil B de Mille transformó al suave Ben Hur en el héroe judío de nuestra infancia, consagró para siempre la barbilla de Mesala como emblema de maldad y convirtió a Baltasar, que siempre había sido para nosotros el rey negro, en un patriarca barbudo que no casaba en absoluto con los sueños de nuestra infancia. Yo se lo perdoné todo a esa epopeya magnífica que todavía nos hace soñar cuando la reponen en Semana Santa, aunque en mi fuero interno siempre pensé que los guionistas de Hollywood eran unos ignorantes y que aquel anciano de voz blandengue y sempiterno sermón no era sino Gaspar.

Esta noche nos visitan de nuevo los que, imponiéndose a Santa Claus y a Papá Noel, entran en todas las casas, se zampan su propio roscón y regalan unas horas de felicidad no solo a los niños sino a los que se hacen como niños para salvar de las ruinas de la suficiencia y el desengaño a los castigados por la vida. Y este es mi pequeño homenaje de hoy. No les voy a pedir inteligencia para los políticos bobos, ni empatía para los que predican el odio y la superioridad, ni compromiso verdadero a los que solo pretenden medrar. Solo les voy a pedir que disfrutemos el presente. Que no es poco.