WEwl fútbol británico, que tanto ha avanzado en el control de los comportamientos de sus seguidores violentos, que se habían llegado a convertir en una vergüenza nacional y un auténtico peligro público en toda Europa, se ve ahora desacreditado por los desmanes de sus jugadores.

La presunta violación de tres mujeres en un hotel de Cartagena donde estaban concentrados los futbolistas del Leicester, tres de los cuales están en prisión con cargos, se suma a otros muchos escándalos anteriores. De nada ha servido que los futbolistas aleguen que las tres mujeres que los han denunciado por violación eran prostitutas: parece que los indicios de que se trató de una relación sexual no consentida, con violencia de por medio, son consistentes, por lo que no tienen excusa.

Parece que una generación de deportistas millonarios, jóvenes y consentidos, habituados a la combinación de fama, dinero, adulación y alcohol, cree tener el mundo a sus pies. No debe ser así, y la justicia debe hacerles topar con la realidad. Y dejar bien claro que se debe atajar la sensación, compartida también por muchos hooligans del turismo, de que España es un terreno libre para desahogarse en total impunidad.