Hay un nuevo intento del Gobierno español de hacer mucho más visibles y comprensibles las decisiones que está tomando en el contexto de una recesión económica que no tiene precedentes inmediatos. Los tres vicepresidentes del Ejecutivo van a tomar mucho más protagonismo a partir de las próximas semanas para explicar más y mejor lo que está haciendo el Gobierno. Iniciativa loable, propia del inicio de curso, expresión propia del sector docente pero que ya es término común en todo tipo de actividad que se reinicia en septiembre.

En abril de este año, transcurrido solo un año desde que José Luis Rodríguez Zapatero fuera reelegido presidente del Gobierno y con la crisis económica que ya desbordaba cualquier optimismo, se dijo que los tres vicepresidentes del Gobierno iban a aportar orden y coherencia en las decisiones de los ministerios y en la transmisión de sus decisiones a los ciudadanos. No ha sido así. Los casos de contradicción entre ministros han sido frecuentes los últimos meses, cosa que sería explicable por la tendencia de cada uno a defender sus competencias. Pero lo malo ha sido que en muchos de estos rifirrafes ha quedado también maltrecha la autoridad de los vicepresidentes María Teresa Fernández de la Vega, Elena Salgado y Manuel Chaves. En el memorando de esos desencuentros, de amplia repercusión pública, puede incluirse la financiación autonómica según el nuevo modelo pactado entre el Gobierno y Cataluña, la subida de impuestos a partir del 2010 o la fecha a partir de la que los parados que han perdido el subsidio pueden acceder a nuevas ayudas.

Aquel impulso que el jefe del Ejecutivo pretendía hace unos meses, cuando procedió a los cambios en su Gabinete, no ha surtido efecto. Incluso ha podido quedar mermado por el hecho de que con la incorporación al Gobierno de personas de la máxima confianza del presidente en la cúpula del PSOE, como José Blanco (ministro de Fomento) o Trinidad Jiménez (de Sanidad) se hayan generado tensiones con titulares de otras carteras que son independientes o militantes socialistas con menos relevancia en el partido. La descoordinación en la toma de decisiones y la rectificación entre dirigentes socialistas según estén en el Gobierno, en las Cortes o en el resto de administraciones genera un gran desasosiego entre quienes apoyan a los socialistas en las urnas. Habrá que ver si la mejor solución para neutralizarlo es dar más protagonismo a los vicepresidentes del Gobierno.