Yo leo el horóscopo con la misma fe en el futuro con que como perrunillas, o sea, con ninguna. Si supiera en qué me voy a convertir o qué me va a pasar o cómo me apretarán los pantalones que me quedaban holgados la semana pasada, tendría que empezar a tomar medidas, y creo que no me interesa. Aun así, me como a pellizquitos el turrón de chocolate como si así engordara menos que a bocados, y leo mi horóscopo por las mismas razones, por ese placer secreto y privado de estar cometiendo una tontería que no trae más consecuencias que el autoengaño. Prefiero esas pequeñas transgresiones a vivir en el puro raciocionio de las hamburguesas de tofu, los hipopresivos cada media hora y los batidos desintoxicantes que engañan mucho más a todos los ilusos que de pronto no recuerdan que el cuerpo humano está dotado de hígado y riñones, y lo demás es cuento. Por eso me encanta leer los horóscopos, es más, me gustaría que me contrataran para redactarlos. Alguien que escribe con semejantes dosis de ambigüedad que lo mismo sirven para un ciudadano de Nueva York que de Algeciras se merece un respeto. Un astrólogo que redacte generalidades varias que convenzan a tanta gente de que los millones de Capricornios o Libras tendrán un día fantástico, o que los Géminis deben tener cuidado en sus excursiones al campo es mucho más gurú que cualquier bloguero, influencer o como se llame ahora. Persuadir a alguien para que vista con las mismas marcas que tú queda a la altura del betún de quienes escriben que todos los Acuarios deben pensar antes de tomar una decisión. Y además, lo afirman después de consultar las estrellas, que tiene mucho más mérito. A mí, por lo pronto, ya me han dicho que el año que viene tendré meses malos y meses buenos, problemas y alegrías, salud y enfermedad, y posibles cambios o no. Una precisión pasmosa que puedo imitar yo misma, por ejemplo, si sigo así estas Navidades, me harán falta algo más que batidos para caber en algo. Otra cosa es que haga oídos sordos a las predicciones, y escuche al sentido común, me cuide un poco, me pase otro poco, y trate de lograr ese equilibrio entre el presente y el futuro, el exceso y la frugalidad, que desde hace siglos llevan aconsejándonos los griegos, tan listos, tan listos, que eran capaces de dar consejos sobre alimentación y sensatez, y sobre el presente y el futuro, sin conocer ni las perrunillas ni el tofu.

*Profesora y escritora.