TNto me puedo creer que lo haya dicho el presidente del Tribunal Supremo y presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), es decir, la máxima autoridad de jurisdicción y de gobierno de uno de los tres poderes del Estado democrático, que tantos años de lucha y de sangre nos ha costado consolidar. Pero todavía me puedo creer menos que este señor, tras sus posteriores explicaciones sin rectificación, siga ocupando esos altísimos cargos, en la cúpula de las altas dignidades del Estado.

Y No me basta con conocer las generalizadas reacciones de repudio que tales afirmaciones han tenido en toda la opinión pública. Incluso no me bastaría con verlo dimitido o cesado simplemente. El horror y la vergüenza expresados por la minoría progresista del CGPJ no se pueden quedar ahí, por muy importante y simbólica que haya sido la toma de postura.

Bendecir algo tan brutal como la orden dada a la policía británica de tirar a matar en casos como el del joven brasileño Jean Charles Menezes , abatido en el metro londinense de ocho tiros, siete de ellos a la cabeza...; bendecir eso es un hecho de una gravedad extrema, si además se tiene en cuenta que el bendiciente es el garante máximo de la legalidad.

Me gustaría ver al Gobierno tomando cartas en el asunto, después de que el PSOE lo haya hecho contundentemente, como el resto de los partidos y entidades relacionadas, con la excepción habitual del PP.

Pensar que la pirámide de la Justicia va a seguir en esas manos me produce escalofríos, como estoy seguro que a millones de ciudadanos demócratas de este país. Tenemos que despertar y atender frontalmente a los flancos por los que se nos pueden escapar jirones básicos de nuestras libertades. Que otras preocupaciones muy legítimas como la de los incendios forestales no nos impidan contemplar con firmeza estas otras realidades.

El Gobierno y la oposición tienen que cooperar con decisión y fortaleza en la conservación y perfeccionamiento de nuestros derechos y libertades y dejarse de guerras partidistas en asuntos de tal calibre. Espero con impaciencia palabras, decisiones y planes en relación con lo que digo, a raíz esta vez de las infaustas declaraciones de Francisco José Hernando (ningún parentesco con el que suscribe).

Bendecir algo tan brutal como la orden de tirar a matar en casos como el del joven brasileño, abatido en el en Londres de ocho tiros es un hecho de una gravedad extrema, si además el bendiciente es el garante máximo de la legalidad