XExs conocido cómo Francisco de Goya se sintió impresionado y sobrecogido por la Guerra de la Independencia española contra los franceses, cuyo inicio se sitúa en la insurrección popular desencadenada el 2 de mayo de 1808.

El pintor aragonés fue un testigo singular de los dramáticos hechos que se sucedieron hasta 1814: el lamentable derroche de vidas humanas de la larga sangría, las pérdidas de infraestructura, comunicaciones, fábricas y manufacturas; más las originadas en la agricultura y la ganadería; y el incalculable valor de los tesoros artísticos destruidos o robados durante esta contienda. En fin, el saldo inherente a cualquier guerra.

Como afamado artista que era, Goya sufrió la guerra atrapado entre dos frentes. Si bien es cierto que desde el comienzo del levantamiento popular se sintió patriótico, también se vio zarandeado por unos y otros en el avatar.

Acudió a Zaragoza a la llamada del general Palafox a fines de octubre, tras pedir la consabida licencia. En la capital aragonesa contempló de cerca el horror del conflicto humano; recogió visiones de saqueos, fusilamientos, asesinatos, venganzas, pestes, dolor y lamentos. Los dibujó y grabó, convirtiéndose en un reportero gráfico que trasladó a la sociedad de su tiempo y a las generaciones futuras una visión sobrecogedora de aquel desastre.

Pero de regreso a Madrid recibió el encargo oficial de componer una alegoría en honor de José I para el ayuntamiento de la capital, la cual finalizó entre 1810 y 1811, es decir, en plena guerra.

La colección de 82 grabados de Goya que conocemos con el título global de Los desastres de la guerra consta de 68 escenas de guerra y 24 alusivas a temas de fantasía.

Se trata de una magnífica representación de las calamidades bélicas contempladas por el artista, así como de su compromiso real con la verdad de los hechos de los cuales fue testigo.

La Real Academia de San Fernando, propietaria de la serie, no consintió en editarla hasta 1863, precisamente por razones de orden político; porque los grabados contenían ciertas alegorías y críticas contra los gobernantes fernandinos por considerarlos en cierto modo responsables de muchos desmanes y actuaciones poco honrosas.

Más sobrecogedora todavía resulta la serie de cuadros de los Horrores de la guerra pintados con pinceladas amplias y vibrantes que nos asoman a la terrible realidad vivida por aquella España.

En nuestros tiempos, la televisió se encarga de transmitirnos el espectáculo amargo de los desastres de las guerras contemporáneas: bombardeos, destrucción, muerte...; unos muchachos iraquíes que se ensañan con los cadáveres de los soldados aliados; los propios soldados aliados torturando, vejando y humillando a los prisioneros de guerra; los fanáticos terroristas islámicos que degüellan a un civil americano ante las cámaras para difundir por internet la macabra escena... ¿Estamos ante la globalización de los horrores?

La rapidez y universalización de la información gráfica permite que en pocas horas, minutos a veces, la guerra se siente a nuestra mesa cada mediodía y cada cena.

La guerra engendra guerra, el odio engendra más odio, la crueldad mayor crueldad... Esto siempre fue así, lo sabemos por experiencia directa.

Ya dijo sabiamente el Papa Juan Pablo II que "la guerra es un camino sin retorno". ¿Adónde nos llevará a parar esta de Irak, ahora que se convierte también en la guerra de las imágenes del horror?

*Escritor