No es fácil, o creo yo que no debe serlo, conjugar dolor y ansias de justicia cuando te han arrebatado de manera violenta parte de ti. El desgraciado y fatídico caso Mari Luz sigue dando que hablar en este país, y todo ello gracias a un hombre con coraje y tesón, con una capacidad de comunicación y de serenidad que ya quisieran para sí muchos de los líderes y representantes políticos y sociales de este país. Juan José Cortés con su perseverancia y entrega, reclamando justicia y captando los apoyos necesarios para que se haga, nos ha dado una lección a todos, abriendo la puerta del optimismo judicial y seguramente construyendo un hito en nuestro sistema democrático que pueda servir de punto de inflexión para afianzar la confianza perdida en el tercer poder de la democracia en los últimos años y sobre todo para alentar a los ciudadanos, individual o colectivamente, a que sin complejo alguno, sean capaces de exigir sus derechos en un sistema democrático en pleno crecimiento, aún con muchas carencias y debilidades.

Líderes sociales, personas comprometidas con sus principios y con las ideas claras son realmente necesarias en nuestra sociedad. Su capacidad para defender los valores de la democracia y velar por el cumplimiento estricto, o al menos justo de las normas que entre todos nos hemos impuesto, les hace imprescindibles. Desgraciadamente el compromiso, la entereza y otros valores que Cortés atesora, no suelen aparecer habitualmente, en la concentración con las que aparecen en este perfil. No es tarea fácil la ejercida por este padre durante estos meses y es posible que la complicidad con el Gobierno le haya facilitado las cosas. En cualquier caso su esfuerzo debe ser un ejemplo para todos aquellos que en demasiadas ocasiones se resignan al silencio, se desesperan en el camino hacia la luz de justicia y se derrumban con facilidad cuando pretenden franquear el muro de la burocracia, las herméticas y férreas herramientas del Estado de derecho y desisten en su empeño.