XCxuando el 20 de octubre del 2004 descubríamos una edición especial del DOE que prohibía el movimiento y transporte de rumiantes, y el consejero de Agricultura nos comunicaba la presencia de brotes (por entonces sin confirmar) de la enfermedad de la lengua azul en la región, algunos no dábamos crédito a esta noticia. ¿Cómo iba a ser posible tener animales infectados en Badajoz y Almoharín si hasta el 18 de octubre sólo se habían confirmado focos en Cádiz? ¿Qué había fallado para que tuviésemos la enfermedad a más de 300 kilómetros del primer foco sólo 48 horas después del confirmarse el mismo?

Más de un mes después sabemos que Andalucía no hizo lo mismo que Extremadura, no prohibió el movimiento y transporte del ganado con las primeras sospechas, esperó a que el laboratorio de Algete lo confirmase y hasta entonces estuvieron saliendo animales infectados de las provincias occidentales andaluzas, varios de esos animales infectados entraron en Extremadura. Sólo así se puede entender que la enfermedad saltase de Sevilla a Cáceres, ¡a eso se le llama colaboración entre administraciones!

Entre la primera sospecha y la confirmación de la enfermedad de Andalucía se celebró la Feria Ganadera Internacional de Zafra y como no se detectaron los animales que entraron enfermos, éstos infectaron a otros y posteriormente se distribuyeron por toda la geografía regional y fuera de la misma. Como conclusión tenemos en Extremadura cuatro focos de enfermedad de los cuales uno de ellos abarca casi media provincia de Cáceres y toda la región se encuentra como zona restringida para los movimientos y transporte de ganado rumiante.

Tendremos que vacunar a toda la cabaña ovina extremeña para poder vender nuestros corderos, pero hasta que esto ocurra (en estos momentos no hay vacunas), en los focos tenemos el ganado encerrado, sin poder sacrificar fuera de Extremadura (no tenemos en la región mataderos suficientes), sin poder mover el ganado de una finca a otra, con ovejas muriéndose por la enfermedad, abortando y en definitiva padeciendo una grave enfermedad y todas sus consecuencias. Mientras que esto sucede, nuestra consejera de Presidencia nos dice que por qué tanta alarma si al fin y al cabo sólo es "un simple catarro de las ovejas". Será un catarro, pero que nos está arruinando, que ha campado este otoño a sus anchas y que va a provocar que tengamos que vacunar más de cuatro millones de ovejas en Extremadura, con el inconveniente de que no podremos exportar animales. Vemos con impotencia cómo nos han infectado los animales y cómo nos niegan cualquier ayuda, el dar de comer a las ovejas que no podemos mover, la pérdida de los corderos que se pueden sacrificar, los abortos, las muertes y todos los demás gastos y pérdida de ingresos son exclusivamente a costa de los ganaderos, porque nuestra administración aparte de haber permitido que se nos infecte, lo único que hace es vigilarnos para que no nos movamos. En otras comunidades, como Baleares, antes de empezar a vacunar lo primero que hicieron fue aprobar unas ayudas regionales para indemnizar los efectos de la vacuna en la cabaña de ovino de las islas. En Andalucía se está estudiando un seguro que cubra las pérdidas de la enfermedad y la impresión que tienen nuestros ganaderos es que se les está dejando a su suerte con la enfermedad y con los problemas que ésta acarrea. La Junta no puede dejar a los afectados a su suerte o a esperar que las heladas acaben con este mosquito que, aunque pequeño, nos ha hecho ver la fragilidad de la vigilancia sanitaria.

*Secretario general de COAG-Extremadura