Doctor en Historia

Irresponsabilidad de un gobernante es lo que sugieren las declaraciones del ministro Arenas acerca del supuesto comportamiento de los socialistas en el asunto del Prestige. Como estratega resulta penoso comprobar que tenga que limitarse a la táctica de que la mejor defensa es un buen ataque, aunque para ello sólo usen las mentiras más descaradas.

Increíble resultan sus prédicas añorando pasados gloriosos y desviando la atención hacia un "más lo eres tú". Sólo que esta vez, las amenazas que tan famoso han hecho a su compañero de gabinete, el inefable Cascos, tan bien dibujado en los guiñoles, pasarán la receta en mayo previsiblemente a quien menos se lo espere (o quizá no lo quieran confesar).

Impresionante el ridículo hecho ante toda España, que observa cómo ante una catástrofe se suceden, una tras otra, decisiones negligentes de los que debían velar por evitarlas o si no, aminorarlas. Basta ver las declaraciones de miles de voluntarios, muchos maltratados, descoordinados por las autoridades... Basta apreciar la actitud de los marineros, de las gentes del lugar, de aquellos del "Nunca mais", para ver que todo esto es algo más que unos hilillos. Intimidan, sobre todo, las temerarias palabras del ministro, que debía hacer honor a su nombre, y actuar como uno de los protagonistas de la película Lío en La Habana, quien nos enseñaba que estamos hechos de "dos oídos y una boca", por tanto deberíamos escuchar el doble de lo que hablamos. Por contra, pedimos dimisiones a la oposición. Casi como en Cáceres, donde pronto veremos a Saponi defenderse de sus limitaciones pidiendo también la dimisión de Carmen Heras.