WEwl presidente de la Junta volvió el martes a la vida política confesando que tiene dudas sobre su futuro en la misma. El infarto que sufrió el pasado día 7, del que se ha recuperado satisfactoriamente, le ha hecho replantearse, seguramente más que su porvenir en la política, el modo de vivirla, es decir, su intensidad, su dedicación... Y es lógico. Un infarto es un serio percance de salud. Y todo el mundo que lo sufre experimenta las mismas dudas que el presidente sobre su inmediato régimen de vida, aunque el restablecimiento sea pleno y la afortunada normalidad vuelva a instalarse en cada uno. Ocurre, sin embargo, que Rodríguez Ibarra vive su trabajo con pasión, no hay quien lo ponga en duda. Es más, seguramente no es capaz de hacerlo sin ella: no se le ve como un mero gestor de la cosa pública, sin polemizar, callándose lo que piensa simplemente por no discutir. O está o no está, para él no hay término medio. Y por eso se encuentra en una tesitura difícil. Mucha gente, en el PSOE y fuera de él, ve con inquietud que se aleje de la cosa pública. Y ese temor puede tener un efecto indeseable: el de actuar como elemento condicionador de su decisión. La mejor contribución que tanto su partido como la sociedad extremeña podrán hacer al presidente es transmitirle la seguridad de que no tendrá presiones externas.