Portavoz del PP

en la Asamblea

Señoras y señores, queridos amigos: bueno, ya sabe el alcalde que la Junta de Extremadura no tiene competencias en materia de justicia y... ¡además no hace falta que lo explique, porque si tuviéramos competencias en materia de justicia ¿ustedes creen que íbamos a tener los conflictos que tenemos con la Justicia en Extremadura?!".

Por si no lo han reconocido, son palabras literales de Rodríguez Ibarra, pronunciadas en uno de sus memorables discursos, en Fuente de Cantos. En ellas deja muy claro su concepto de la democracia y el respeto que tiene al legislativo, el ejecutivo y el judicial, los tres pilares que la sustentan. Como buen discípulo de Alfonso Guerra, es posible que también crea que Montesquieu y su teoría sobre la separación de poderes esté trasnochado y que lo mejor es dejarse de pamplinas y ejercer los tres con mando en plaza. De hecho ya tiene bajo su dominio absoluto al legislativo y al ejecutivo (Asamblea y Junta de Extremadura) y, por la claridad de sus palabras, está muy claro que aspira a controlar también al judicial, el único que se le resiste. Ese diáfano: "Si tuviéramos competencias en materia de justicia, ¿ustedes creen que íbamos a tener los conflictos que tenemos con la justicia en Extremadura?" delata el concepto que tiene de las competencias que asume la Junta. ¿Se acabó la justicia si un día asume sus competencias? Eso dice él.

La separación de poderes no es cómoda para ningún autócrata y, por eso, casi todos quieren suprimirla. Rodríguez Ibarra también aspira a hacerlo. Ya tiene dos de las tres patas del banco democrático, porque, tras 22 años de gobierno, los extremeños no distinguen entre Ibarra, Asamblea y Junta. En la Asamblea él decide lo que ha de discutirse, cuándo y cómo. El determina cuándo debe abrirse, aunque esté fuera del período hábil y, si le place, como ya hizo, la usa como plató televisivo para representar un duelo de corral. Y si en la Asamblea se pasea como un general que pasa revista a la tropa, a la Junta la maneja a su antojo. Ahí no tiene que guardar las formas ni perder el tiempo con el disimulo democrático. Por eso sueña con tener las competencias en materia de justicia, porque una vez que ésta pase al vientre de la Junta, que es su vientre, Ibarra la digerirá como si se tratara de un tentempié.

Lo paradójico es que teniendo un poder absoluto en la Junta, no lo ejerce por falta de tiempo. Ibarra no puede entretenerse en una cuestión tan insignificante como es Extremadura, porque él se siente redentor del universo y su sino es resolver los problemas del mundo. Está demasiado ocupado para poder descender a las pequeñas cosas que por aquí nos ocurren y lo deja todo en manos de conmilitones, que van a su albedrío, sin rumbo ni prioridad, haciendo de su capa un sayo. La Junta es desde hace 22 años un abanico, sin clavo que una sus varillas y así se entiende que mientras las demás comunidades progresan, Extremadura permanezca postrada, con la pueril justificación de la herencia recibida. Para herencia la que Ibarra nos va a dejar. ¿Nos iría mejor si Ibarra se dedicara a trabajar por Extremadura? No nos podría ir peor.

Jueces y fiscales ya han recibido el aviso a navegantes que les ha enviado Ibarra y ya saben que el día que la Junta asuma las competencias de justicia, se acabaron los conflictos. ¿Habrá un antes y un después, y en el después ni un conflicto, ni un desacuerdo, ni una sentencia adversa? Eso dice Rodríguez Ibarra.