El El pasado 19 de enero, Rodríguez Ibarra reclamó que se paralizara la tramitación del Estatuto de Cataluña, al considerar que no existían prisas ni agobios para aprobarlo. Se preguntó si sería mucho pedir que, en un gesto de patriotismo, se parara la tramitación de los estatutos de autonomía en marcha , ya que, no existe actualmente nadie que nos amenace, ni que esté dispuesto a dar un golpe para andar corriendo sin que nos enteremos de a dónde vamos .

Está claro que ese día nuestro locuaz presidente se levantó henchido de amor patrio, porque no quedaron ahí sus declaraciones. Reiteró su negativa a que en el Estatut se recoja la definición de Cataluña como nación, recordó que el PSOE no ha discutido si este concepto debe ir en el preámbulo o en el articulado, por lo que afirmó que su posición oficial es que España "está formada por nacionalidades y regiones". Según Ibarra "cada uno se puede sentir como quiera, pero no debe ser el capricho de llamarse nación en el preámbulo o en el articulado". También afirmó que si el Estatut sale adelante se habrá dado una imagen del PSOE de que "gobierna chantajeado por las minorías".

Lástima que el patriotismo que impregnaba estas declaraciones sólo le durase setenta y dos horas. El día 22, Ibarra dijo que estaba francamente contento con el resultado del acuerdo entre Gobierno y CIU sobre el Estatuto de Cataluña "porque los nacionalistas han perdido", ya que no han conseguido "ninguna de las cosas diferenciales que plantearon". Sorprendentemente, dijo que "queda claro que sólo hay una nación: la española, el resto son nacionalidades o regiones".

Su optimista percepción no puede ser compartida. Como dijo Carlos Floriano , "no veo yo a los dirigentes nacionalistas llorando por las esquinas por no conseguir sus objetivos", añadiendo que "no es aceptable que se permita el Don, como es el término nación, y también el Din, permitir que los nacionalistas se salgan con la suya y que se distribuya el dinero de todos según el criterio de algunos. Tampoco acepto que Extremadura tenga una deuda histórica con Cataluña".

Y es que éste es el verdadero quid de la cuestión, las repercusiones negativas que el acuerdo de financiación pudiera tener para Extremadura. Pero ante este reto estremecedor, Ibarra nos ilustró con un razonamiento en el que exhibe tanto su conocimiento de las leyes inmutables de la naturaleza como su profunda autoestima: dijo no tener temor a que ello se produzca "porque hoy somos todos más viejos que hace quince años y más listos"...

A renglón seguido, pese a ser más viejo que hace quince años y, en su opinión, más listo, añadió que la inclusión de un punto que garantiza las inversiones del Estado en Cataluña "es un agravio para el Gobierno porque cualquier gobierno "lo que tiene que hacer es acudir en ayuda de los pueblos en función de sus necesidades".

Llegados a este punto habría que preguntarle al señor Ibarra si va a acudir el gobierno de Zapatero en ayuda de Extremadura, o va a ser Cataluña la que acuda rauda a hacerlo, y, sobre todo, qué va a hacer él. Personas tan cualificadas como el gobernador del Banco de España, Jaime Caruana , han advertido de que la propuesta de reforma del Estatut de Cataluña puede debilitar la economía española, a la vez que supone una fragmentación del sistema financiero español y generar conflictos de interés en el Gobierno.

Para el catedrático de Economía Aplicada Mikel Buesa , "la propuesta de reforma estatutaria en Cataluña constituye un ataque en toda regla a las instituciones de solidaridad y va a provocar, con toda seguridad, un aumento de las desigualdades regionales, rompiendo la equidad social. Que esta sea una propuesta aceptada por el PSOE no se comprende, pues ataca el núcleo esencial de la ideología socialdemócrata en favor de la vieja noción totalitaria de que es posible subordinar la economía a la política. Una noción que, como la historia del siglo XX nos enseña, cuando ha alcanzado a determinar las acciones del Gobierno, siempre ha provocado un freno al desarrollo económico y un empobrecimiento de las clases menos favorecidas, a la vez que una concentración de la riqueza en las manos de los que, por una u otra vía, se encuentran en los aledaños del poder".

Al leer esta última frase no se por qué me viene a la memoria el discurso de Rodríguez Ibarra el día 7 de septiembre de 2004 cuando afirmó: "Y por eso, en cuanto uno ha levantado la veda, y ha invitado a otro al club de los privilegiados, han saltado otros tantos a pedir su adjetivo, a recordar su carácter histórico, a exhibir blasones apolillados, a querer ser nacionalidades y cosas así, al pillaje sin escrúpulos; ¡sentémonos todos en la mesa del señor, a ver qué cae! Sin recordar que, cuando los poderosos llaman a su mesa a los plebeyos, siempre ha sido para que la limpien, no para que se sienten al banquete... Pero en este juego alguno acabará tocando las palmas y limpiando el mantel, como suele suceder en estos casos".

Y yo me pregunto ¿quién se ha sentado hasta hoy a la mesa del señor (Zapatero), Cataluña o Extremadura?, ¿quién limpiará ahora la mesa, Cataluña o Extremadura?

La respuesta no la busquen en las palabras de un patriota de 72 horas, la tienen en la cruda realidad de los hechos.

*Portavoz del PP en la Asambleade Extremadura