WEw l encuentro mantenido ayer en el palacio de la Moncloa por el presidente del Gobierno español y el lendakari vasco quedó prácticamente en el terreno de lo protocolario, puesto que ambos dirigentessalieron de la reunión sin mover ni un ápice sus posiciones iniciales.

José Luis Rodríguez Zapatero mostró al final una imagen relajada pero a la vez firme: el nuevo plan de Ibarretxe no será "ni aceptado, ni aprobado, ni puesto en práctica", dijo el presidente español. Pero el lendakari no fue menos firme y seguirá adelante con lo que considera una vía "legal, legítima y democrática" para que los vascos expresen su derecho a decidir.

Es previsible que el nacionalismo vasco opte ahora por llevar el pulso al Estado al terreno de la "legitimidad", puesto que el asunto de la "legalidad" de un referendo sin la aprobación mayoritaria de las Cortes está perfectamente especificado en la Constitución: solo pueden convocarse consultas con la autorización del Estado, bien a través del Gobierno, bien de las Cortes Generales. Por eso algunos portavoces del PNV señalaron ayer que no se puede impedir por ley una consulta "tan legítima" como la que realizaron los catalanes al votar su nuevo Estatuto.

El debate político sigue, por tanto, abierto. Pero el camino iniciado por el lendakari vasco de jugar él solo contra el frontón no parece el más adecuado para avanzar hacia un modelo político que permita un buen encaje de de la comunidad autónoma vasca en el Estado sin poner en peligro la convivencia entre los vascos y sin dar bazas a quienes desde hace cuatro décadas empuñan las armas para lograr fines políticos.

La tozudez de Juan José Ibarretxe --envuelta en el tópico de "la mano tendida"-- debe ser contestada sin portazos ni aspavientos. El Gobierno español, sea quien sea el inquilino de la Moncloa la próxima legislatura, necesita restablecer el acuerdo histórico con el nacionalismo vasco que fue el Estatuto de Gernika. Por eso la reforma estatutaria, con el posterior refrendo popular, parece el camino más indicado, pero resulta insuficiente para el PNV.

El momento político, a pocos meses de unas elecciones legislativas, no parece, por otra parte, el más adecuado para hablar de la arquitectura autonómica de España. La excitación ante la cita electoral de la próxima primavera es la razón más probable de los mensajes contradictorios difundidos por el Partido Popular: mientras Mariano Rajoy respaldó a José Luis Rodríguez Zapatero, Eduardo Zaplana llegó a insinuar que el presidente del Gobierno había hecho promesas al lendakari. Un recurso a la ceremonia de la confusión, que tan bien practican los líderes populares, que enrarece aún más un problema real planteado al menos por la mitad de la sociedad vasca.