El sector del ibérico, uno de los emblemas de Extremadura y, con los quesos de torta, la enseña de calidad de los productos regionales más conocida en el resto de España, está que trina. Y con razón. Y ahora no es por el desplome de los precios como consecuencia de la crisis ni por las falsificaciones, que abundan tanto que los entendidos aseguran que más de la mitad de lo que lleva el marchamo de ibérico de bellota no lo es... Ahora la indignación es porque el problema ha surgido desde dentro del sector. Nada más y nada menos que desde la Denominación de Origen Guijuelo, cuyos métodos de acreditación de la calidad de sus productos han sido puestos en entredicho por el sector ibérico regional y por la Denominación de Origen Dehesa de Extremadura. Guijuelo certifica la calidad de ibérico de bellota por un sistema de análisis elaborado por la Universidad de Salamanca cuyos resultados están puestos en entredicho. Y, además, porque de esos resultados saca estadísticas y extiende la acreditación haciendo un muestreo. Dehesa de Extremadura ha pedido al ministerio, como órgano superior de supervisión, que se pronuncie sobre el sistema salmantino y que lo valide o no. Sería bueno que lo hiciera cuanto antes porque un producto de selecta calidad como es el ibérico se basa en la confianza del consumidor. Si hasta de la Denominación de Origen Guijuelo pueden caber dudas, la incertidumbre en el consumidor contagia a todo el sector. Y todos pierden.