En la "Política" de Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.) aparecen en noventa ocasiones las palabras "posible" (sesenta) e "imposible" (treinta). Por ejemplo: "Indudablemente, cada cual es dueño de crear hipótesis a su gusto, pero no deben tocarse los límites de lo imposible". Nunca me ha gustado la frase "la política es el arte de lo posible" (que se atribuye, además de Aristóteles, a Maquiavelo, Bismarck o Churchill ), porque suelen utilizarla aquellos que nunca quieren cambiar nada. Pero, qué duda cabe, es una frase parcialmente cierta. La política es --entre otras cosas, y este matiz es importante-- la gestión de lo posible. Aristóteles, aunque no literalmente, matizó: "es el arte de lo posible en determinadas circunstancias".

Los idealistas no podemos jamás aceptar que hay cosas posibles e imposibles, no porque seamos románticos soñadores, sino porque la ciencia nos da la razón: casi todo lo que tenemos ahora pareció imposible en algún momento. Si un ser humano del siglo XV (no quiero irme más atrás) apareciera de repente aquí, no reconocería casi nada. Así sería si nosotros aterrizásemos en el siglo XXVI.

Así que el concepto de "lo posible" hay que entenderlo como lo entendía Aristóteles: adaptado al contexto. Es decir, que hay cosas que "hoy" no son posibles, pero hay que trabajar para que lo sean "mañana". Bajo esta óptica, "lo posible" es un estado mental transitorio entre "lo ideal" (lo que nos gustaría que fuera) y "lo real" (lo que es). La política debe ser considerada como la suma obligada de esas tres cosas.

Me da la sensación de que estos razonamientos tan obvios son complicados para el ser humano porque opera en nosotros un aspecto psicológico poderoso: la necesidad de engañarnos, es decir, de hacer coincidir la "realidad real" con una "realidad mental" que nos hace sentir mejor.

Objetivamente, no debería costarnos mucho esfuerzo a todos coincidir en que la mejor política es la que trabaja para progresar sobre lo real, haciendo posible lo que parece imposible, y poder caminar así hacia lo ideal. Pero aquí entra otra de las cuestiones que estudia la psicología: los intereses personales, que luchan permanentemente con los colectivos. Así aparecen las ideologías.

LOS CONSERVADORES inflexibles suelen atarse a lo real, dando por hecho que es la mejor opción entre todas las posibles; la ciencia les niega, pero ellos prefieren pensar que llevan razón. Los idealistas irredentos piensan que todo es posible en todo momento, y que cambiar algo siempre será mejor que mantenerlo como está. En medio --en eso que llamamos "centro" y que no es una ideología pero sí una actitud-- se encuentran quienes piensan que hay que progresar, pero con prudencia y al ritmo adecuado.

En mi opinión, la política buena es el perfecto equilibrio de todo eso. Dicho de otra forma: es necesario que existan conservadores para que los idealistas más radicales no conviertan la realidad en un caos permanente y es necesario que existan idealistas para que los conservadores más rígidos no nos paralicen. Y, los más necesarios de todos, son los que están en medio intentando que ni unos ni otros impongan su poder absoluto.

Y es que la política, como me gusta decir, es solo un correlato social del ser humano: hay sueños que queremos cumplir (lo ideal), unos se cumplen (lo posible) y otros no (lo imposible), y todo ello en un contexto determinado (lo real). Si podemos estar de acuerdo en esto, deberíamos poder estar de acuerdo en su correspondencia política, pero la lucha entre los intereses personales y los colectivos lo dificulta mucho.

Ahora mismo, en España, hay proyectos imposibles en este contexto pero eso no quiere decir que sean "imposibles en absoluto". Por ejemplo: los 96.000 millones de gasto público que propone Podemos. Es lo ideal, pero la "realidad" (lo único siempre insoslayable) nos dice que la UE no lo permite y, por tanto, "hoy" no es "posible". Construir un proyecto de gobierno sobre "lo imposible en esta realidad" solo conduce a la frustración.

El PP, por su lado, asegura que solo hay una política posible, que es la de la austeridad impuesta por la UE. Lo desmienten la realidad (cada vez estamos peor) y la ciencia (algunos de los mejores economistas del mundo aconsejan probar alternativas). Construir un proyecto de gobierno sobre la realidad, sin soñar algo mejor, solo conduce a la resignación.

Entre la frustración --que, con la misma perspectiva política que Podemos, se ha instalado ya en Grecia con Syriza-- y la resignación hay un término: trabajar para que lo imposible hoy sea posible mañana. Si Aristóteles acertaba, no podemos hacer política sobre los sueños sino sobre la realidad. Los sueños son el lugar ideal al que queremos llegar, la realidad el camino que nos llevará allí; lo "posible hoy" es el único vehículo que une el ayer con el mañana.