Siempre es momento para canalizar ideas. Estas, normalmente, quedan atascadas por los fontaneros que controlan en los partidos los resortes para que solo llegue al jefe lo que les interesa que diga, que piense o que haga. Desde hace años hago un ejercicio abierto de reflexión pública sobre las ideas políticas en mi partido (entonces y ahora también, en la oposición). Ello era mal mirado por quienes (ahora sí) quieren propiciar eso que llaman un debate de ideas porque se acerca un congreso y, por tanto, la lucha por el poder. A los que lo rechazan ahora también les incomodaba.

A los aparatos no les agradan las ideas propias ni su expresión si tienen matices que se salen de los insulsos argumentarios que remiten para ser repetidos y asumidos como doctrina. A los que opinamos expresando propuestas, pronto encuentran los inquisidores enfoques peligrosos . Quien no exhiba adhesión inquebrantable y entusiasta al dogma se dice que va por libre . Los partidos políticos tienen déficit de participación y de unas elementales reglas democráticas. La idea es sustituida por el aplauso enfervorizado o la descalificación. Una cosa es que un partido no sea una jaula de grillos y otra confundirlo con un ejército donde nada se pregunta ni sugiere. La sociedad española es muy plural y los matices abundantes. Los dos grandes partidos también deben tenerlos. Especialmente, el PP. Más a la derecha no hay nada, por lo que se recoge el apoyo de quienes aceptan a regañadientes el sistema constitucional. Pero bienvenidos a los que utilicen y respeten los cauces democráticos.

XLUEGO ESTAx la familia de los conservadores, gente de una derecha civilizada y de orden basada en principios tradicionales pero respetuosa con otros si no suponen la subversión de valores generalmente vinculados a la dimensión religiosa. Están (o estaban, pues pocos, aunque muy valiosos, se definen así ahora) también los democratacristianos, cuyo fama de termitas en otra época contrasta con la solidez ideológica del único partido con esta orientación, Unió Democrática de Cataluña, liderada por Duran Lleida .

Otra familia dentro del bestiario es la de los llamados liberales. Este concepto ha evolucionado mucho desde Cánovas . En UCD eran pocos pero tenían gran notoriedad y capacidad ideológica. Ahora también hay gente muy brillante. Pero hay otros que con la apariencia de este título encubren una radicalidad de planteamientos, tan digna de elogio por su valentía en algunos asuntos como tan pavorosamente peligrosa como concepción excluyente y negadora de otros valores fundamentales de una sociedad moderna, como el de la igualdad, la justicia o la solidaridad.

Este liberalismo radical, aunque reconoce el valor del sujeto, da poco relieve a esas otras dimensiones de lo que, más que individuo, es persona, especialmente vulnerable y necesitada de una sociedad que no desmantele al Estado. En este sector autocalificado como liberal se oculta un cáncer universal: los neoconservadores. En el Partido Republicano de EEUU surgió una corriente de pensamiento muy radical, acompañada de conceptos morales ultraconservadores que encontró eco en el propio presidente Bush y su entorno. Es ese sector el que empujó la invasión de Irak y transformó el tumor de Sadam en enfermedad terminal cuyas bacterias de odio hacia lo occidental se han extendido por todo el planeta. Esto tuvo gran eco aquí y serían varios de los más autocalificados liberales quienes con más energía jalearían esta decisión tan disparatada. Así como en Norteamérica ha habido reconocimientos del error (como Fukuyama) aquí ninguno de esos entusiastas de la guerra ha hablado.

Junto estas familias, en el PP estamos otros que, al lado de elementos de la derecha moderna, tenemos concepciones netamente centristas en las que la persona tiene una dimensión social. Así, creemos que no todo puede dejarse en manos de la iniciativa privada sino que han de buscarse efectivos mecanismos para redistribuir mejor la riqueza y hacer que la sociedad progrese en su conjunto. La dimensión social adquiere un valor especial para esas personas, al igual que la reivindicación en bloque de lo que representan los derechos humanos (no solo los individuales) y el Estado social de derecho y la lucha contra las injusticia, las desigualdades y la pobreza, aquí y en todo el planeta.

Somos, pues, varias las tribus que convivimos dentro del PP. Y lo hacemos porque ya está definido el partido en lo que muchos nos encuadramos: el centro reformista. La mayoría de los militantes no están alistados en categorías simplistas. Ni los votantes, aún menos a la derecha que aquellos (exactamente igual a la inversa sucede en el PSOE). Pero hay de todos los segmentos. Si se ha podido convivir, debe continuarse el esfuerzo de ser un partido acogedor de diversas sensibilidades, porque haberlas, haylas.

Un congreso debe debatir ideas, pero también para examinar talantes, conductas, equipos y valorar estrategias. Eso es más relevante que la descarnada (y muy confusa) lucha por el poder. Si el resultado es que en lugar de ensanchar las bases para hacer el proyecto más integrador, más plural y más abierto, lo constreñimos solo a quienes lleven una etiqueta (la que fuese, incluso la oficial), ello produciría un debilitamiento del partido, una pérdida del futuro y el riego de abandonos y hasta de rupturas.

*Abogado del Estado. Exdiputadodel PP por Madrid.