Después de haber vivido cincuenta y seis años, te has dado cuenta de que es imposible encontrar un sistema político que equipare en igualdad exacta a todas las personas. Partiendo de que casa ser humano tiene su carácter, sus dones, su capacidad de comprensión y adaptación, su predisposición para el trabajo, es imposible esa igualdad estricta. Ahora bien, sí es posible -y necesario- construir una sociedad en la que cada ser humano tenga garantizados sus derechos esenciales, como el derecho a tener una vivienda digna, un trabajo estable con un salario justo, una sanidad y enseñanza gratuitas, y por supuesto, a la alimentación diaria. Y el derecho a la igualdad de oportunidades, a la libertad de expresión sin injuriar o calumniar, a ser libre sin impedir la libertad de otros.

Sí, has vivido cincuenta y seis años, y durante ese tiempo has visto, leído y contrastado lo suficiente como para llegar a la conclusión de que la mejor política que se puede hacer es, como dices, la que consiga que todas la personas tengan sus necesidades básicas cubiertas, indistintamente de que haya ricos y menos ricos. Otra cosa es que haya ricos riquísimos que naden en dinero y pobres pobrísimos que vivan en la precariedad absoluta. Esto es lo que hay que impedir. Y un buen político es el que intenta impedirlo.

Cualquier político, tanto de izquierda como de derecha, está en su derecho de adquirir bienes muebles o inmuebles de cualquier tipo, siempre que lo haga lícitamente. Y cualquier político, tanto de izquierda como de derecha, está obligado a ser coherente con sus declaraciones y principios. Eso es lo que esperan sus votantes.

Piensas que un rico puede ser buen político si se ocupa de que no haya pobres. Y un pobre puede ser mal político si intenta vivir como un rico. Pero el peor de todos los políticos es el que hace distinción entre su ideología y sus principios. Y más si es un político que propugna la igualdad de clases. Un político no puede acusar constantemente a la burguesía de ser la causa de la desigualdad entre los ciudadanos y luego comportarse como lo haría un burgués.