TNto sé si recuerdan las imágenes, muchas veces repetidas, de los Beatles bajando las escalinatas del avión que los trajo a Madrid a actuar por primera vez. Y aquellas chicas atacadas por la histeria que gritaban, lloraban, e incluso se desmayaban cuando los cuatro músicos de flequillo largo y rectilíneo saludaron a la multitud que esperaba con ansiosa admiración su llegada. Uno podía pensar que se trataba simplemente de cuatro mozas pagadas por la organización para darle más brillo febril al evento. Y más en aquella España de recato y mesura de los 60. Pero no, las muchachas se habían dejado llevar por una verdadera excitación fanática para manifestar su incondicional idolatría a los músicos. Desde entonces he visto muchas veces cómo algunos idólatras pierden los estribos para mostrar su apasionado fervor a sus ídolos.

La admiración y aplauso es cosa propia del lector hacia su escritor favorito, o del melómano hacia su músico preferido, o del hincha hacia un jugador de fútbol. Pero otra cosa es endiosarlos vanagloriándolos como si en el mundo estos devotos no tuvieran otra razón de existencia que esos esqueletos envueltos en vísceras, carne y piel, que es en definitiva lo que somos todos, blancos, negros y amarillos --aunque algunos crean pertenecer a una raza superior a las demás--.

Hasta aquí me he referido a los ídolos reconocidos como tales. Pero existe otro tipo de ídolos que surgen de los más bajos instintos de una sociedad en decadencia. Me refiero a esos personajes que copan ciertas cadenas de televisión para ofrecernos sus miserias y sus frivolidades. Curiosamente son ídolos a los que se ama defenestrándolos. Sus incondicionales fans niegan serlo, no admiten su querencia hacia ellos, constantemente los denigran, se desviven ridiculizándolos, y sin embargo mañana, tarde y noche esperan a que la pantalla luminiscente les ofrezca sus imágenes y sus palabras. Y ellos aparecen un día tras otro, porque saben que muchos televidentes los admiran despreciándolos. Pero a ellos les da igual, porque saben que son sus ídolos después de todo.