TEtl pasado abril, la votación popular hizo catalán del año al socorrista Oscar Camps . En septiembre del 2015 fundó Proactiva Open Arms y se instaló en la isla griega de Lesbos para ayudar a los refugiados que se lanzaban al mar Egeo huyendo de la guerra en Siria.

Un puñado de voluntarios hacen lo que la gran máquina administrativa europea es incapaz de abordar, para vergüenza nuestra. Clausura con eficaz diligencia el campo de refugiados de Idomeni. Eso sí, la gente reaccionó favorablemente ante el gesto de Camps. En general, somos muy sensibles a estos actos de atrevida generosidad. Pero siempre hay medias virtudes egoístas que tienden a relativizarlos, corroídos de envidia e inconfesado sentimiento de culpa.

En una época de mi vida, participé en operaciones de cooperación sanitaria no exentas de riesgo, en Africa, y viví de cerca ese tipo de reacciones.

El azar me hizo ver recientemente Beyond Borders (aquí llamada Amar peligrosamente). Es una película sobre personas dedicadas a la ayuda humanitaria en zonas en conflicto bélico (Sahel, Camboya, Chechenia), de guión excesivo y poco creíble, pero de elevada carga emotiva. La mayoría de comentarios que hay en internet sobre el filme rehuyen la crítica cinematográfica y denostan la actitud de los protagonistas, según los principios mezquinos antes aludidos.

La evolución no premia el egoísmo, siendo así como a menudo se malinterpreta la lucha por la supervivencia darwiniana, sino la competencia colaborativa. La generosidad al servicio de la equidad es una virtud evolutivamente gratificada, porque propende a instaurar espacios de seguridad idóneos para el desarrollo colectivo. La mezquindad egoísta no pasa de miseria deplorable. ¿Qué tono moral dominante queremos para nuestra sociedad? Desconfíen de los mezquinos sobrados.