Profesor

En lo que algunos ven como la culminación de una operación diseñada e iniciada hace varios años tendente a alejarle del poder en Cáceres, Federico ha aterrizado en la presidencia de la Asamblea, con sede en Mérida.

Puesto que desde tiempos inmemoriales en Cáceres no se movía una hoja sin el visto bueno de Fede, no ha hecho más que poner un pie en Mérida y se producen movimientos por doquier. Y es que antes de mover ficha es imprescindible tener otra preparada para colocarla en su lugar. Porque un partido político necesita visualizar el poder y un militante necesita saber dónde está el poder. ¿Dónde está el poder ahora? Probablemente el propio Federico se haya dado cuenta de que él ya no es el poder y sus intentos de conciliar ambas tareas se han demostrado vanos. La lejanía y el desempeño de un cargo institucional le han relegado. Sin embargo, el clientelismo que a su alrededor se ha gestado durante muchos años quiere creer que no es así, puesto que si desaparece su valedor se quedan en la más absoluta soledad e indigencia. No obstante seguirá teniendo influencia, su opinión pesará, y si decidiera desprenderse de ciertas adherencias y se sumara a los proyectos que abanderan la concordia y la integración, sin optar por banderías, prestaría uno de sus más grandes servicios al partido.

Un mandato tan extenso e incondicionado suele deparar un periodo en el que el poder no es que esté vacante, porque en política no hay ni un solo puesto vacante, todos se ocupan rápidamente, sino que produce incertidumbre y cuestiona la credibilidad del sucesor. En primer lugar, es probable que el sustituto no tenga en sus manos el poder que detentó ni recoja tantas fidelidades, apoyos y aquiescencias como su antecesor. En segundo lugar aparecerán muchos frustrados candidatos que alegarán más méritos y segarán la hierba sobre la que pisa el elegido. Ferreira no podía ser otro Federico y quizás por eso gran parte de la militancia ha tenido la impresión, durante un tiempo, de que no detentaba el poder, y ya se sabe que en política es más importante dar la impresión de tener poder que tenerlo en realidad. Pero la gente aprende rápidamente y no ha necesitado imitar a Edipo. Le ha bastado comprobar que el aroma procedente del sillón de la presidencia olía a rancio mientras que el que desprenden los escaños aledaños al suyo, paradójicamente PP, le rodean de una fragancia embriagadora. Por otro lado, la corriente emergente no parece que sea ya tal corriente y cada cual está instalado en su parcela de poder sin que aparezca una vocación hacia el poder provincial en el partido. De manera que solamente aquellos que ejercen un cargo que por su propia naturaleza les proporciona poder podrán jugar de alguna manera.

Parece claro que el partido sin Federico será otra cosa. Es de justicia resaltar su perspicacia, sus dotes para la política diaria y su entrega al partido, pero es necesario señalar que durante su mandato se han cercenado la discusión y el debate interno y la política se ha limitado a repartir cargos. Es opinión general que eso debe cambiar y además es preciso ser fuertes para jugar algún papel en la sucesión de Ibarra (cuando toque). Por ello el problema es más peliagudo y es necesario que el secretario provincial concite la adhesión de la mayoría del partido, si no fuera posible la totalidad, sea capaz de hacerlo acogedor a todos los militantes, que sea autónomo y capaz de llevar a término un proyecto ilusionante. Parece que las elecciones generales no concitan el interés de la mayoría de la clase política regional. No es de extrañar, pues la situación es muy inestable, está pendiente de próximos acontecimientos y la cabeza del personal está muy ocupada tratando de despejar la incógnita de su futuro inmediato. De manera que lo que corresponde es tener la intuición necesaria para saber a qué árbol debe uno arrimarse. Dice Plutarco que un adivino le había advertido a César "que desconfiara de los idus de marzo". César cayó asesinado junto a la estatua de Pompeyo el 15 de mayo. No hace falta ser un adivino para saber que los idus venideros no auguran nada bueno para algunos en más de un partido.