.... no tiene cáliz de metal precioso, ni fórmula magistral para la Sagrada Forma, ni púlpito, tampoco confesionarios con maderas nobles y repujadas, ni celosías de colores, ni tesoros donados u obras de arte. Por supuesto no tiene rangos ni se rige por estatutos de regímenes internos, ni ideología política y siempre está abierta a los que quieren entrar y sentarse un ratito, bien para descansar, bien confesarse con Dios que es definitiva el que nos tiene que oír. Escuchar y perdonar nuestros pecados y faltas.

Si tiene una amplia mesa, tal vez de aglomerado, unas sillas, algunos bancos y muy buena disposición para compartir lo que uno buenamente lleva, ya sean bollos caseros, vino común o mistela, problemas gordos y cotidianos, en definitiva comunión de la índole que sea.

La moderan hombres o mujeres de carne y hueso, con las misma pasiones y necesidades que todo ser humano llevamos dentro, son los ministros que Dios ha elegido, en mi Iglesia los más idóneos, desprovistos de parapetos y con una diminuta Cruz, a veces en la solapa, que es el símbolo de todo buen cristiano.

Todo lo que no sea humildad en vez de soberbia, sencillez en vez de ostentación, escuchar en lugar de hacer oídos sordos a los problemas de las personas necesitadas --porque para eso están las pujas de los rastrillos de sociedad una vez al año-- se supone que el hambre o las necesidades solo se siente en el invierno, en vez de compartir lo que buenamente uno tiene, no es iglesia sencillamente es una falta de caridad para con el prójimo .

¡Las 05.45, tengo que ir a trabajar!, lástima, quisiera seguir soñando con la Iglesia (*) que yo quiero.

(*) Iglesia = Asamblea. Congregación de los fieles cristianos. (En mi Iglesia también caben los no cristianos ni bautizados).

M. Victoria Leyte de Dios **

Madrid