Una ráfaga de luz que ilumina el camino/es una especie de magia", cantaba Mercury en la efervescente "ItIs a kind of magic". La canción ciertamente ha envejecido bien, suena con esa energía tan típica de Queen, inundada con esa reconocible voz que a tantos llegó y llega. Pero, y aún con el retorno del look piloso que cuidó Mercury paseando por nuestros barrios y nuestras teles, estamos lejos ya de 1986.

Eso sí, pareciera que aquellos que están dotados con un toque de magia siguen conservándola. La semana pasada, el Banco Central Europeo asumió redoblar su decidida apuesta por la expansión monetaria en Europa. Vista la inmediata reacción de los mercados y la relajación en inversores y gobiernos, Draghi ha tenido éxito de nuevo. Es su toque de magia. ItIs a kind of magic .

A primera vista, la batería de medidas adoptadas el pasado jueves 10 por el BCE constituye un paso más sobre la política ya adoptada. Resumidas brevemente, son estas: rebaja de tipos de interés (0%); la facilidad de depósito sigue en negativo y baja al -0,40% (los bancos pagan por "refugiar" el dinero en el BCE); anuncio de continuación en la compra de bonos soberanos (países de la zona euro); y compra de deuda corporativa (emisiones de empresas privadas) y nueva refinanciación para la banca europea. Es decir, dos tazas.

Más bien se produce la constatación de que vivimos un entorno financiero que se ha acostumbrado a los tipos de interés cero, a unos mercados adictos al veneno monetario que "venden" los bancos centrales. Draghi pretendía, en un primer plano, demostrar (dentro y fuera del BCE) que los límites de su actuación están lejanos y que todavía cuenta con munición monetaria en su arsenal. Y, en segundo lugar, con la profundización en las medidas, plantear a la banca un escenario en el que pueda prestar y canalizar la liquidez a la economía real.

Lo cierto es que la reacción de los mercados fue más que positiva. En especial, fue favorable para los bancos europeos, que vivieron una recuperación récord del 25% en el valor de sus acciones. Mario, el ilusionista.

Ante sus ojos, trucos de prestidigitador. Draghi tiene la habilidad de quien maneja la escena, de quien mueve los hilos creando artificialmente una sensación de magia. Tiene la destreza de hacer posible lo que, ante nuestros ojos, luciera irreal. Porque de hecho lo es, es sólo un efecto. Una ilusión.

¿Cómo se explica que, ante la mayor expansión en la historia del euro, de nuevo se aprecie la moneda frente al dólar? ¿Por qué si no existen problemas de solvencia en la banca europea (recuerden: los problemas radicaban sólo en que "faltaba liquidez") estaban las entidades castigadas en su valor en bolsa?

Hay varios problemas que se ocultan bajo el juego de manos de Draghi. Que, seamos positivos, al menos no están escondidos para el italiano, que los conoce de sobra. Viejos compañeros de viaje. Uno, político. Otro, de corte financiero.

PROBLEMAS que, modestamente, hemos tratado de desgranarles en esta columna. Ya a finales de 2013 ("La apuesta de Draghi por Europa") y en 2014 ("El quid pro quo de Mario") se veían que los mensajes del gobernador de nuestro banco central a los gobiernos de Europa eran claros: el riesgo es la complacencia. El panorama no ha cambiado demasiado, y eso preocupa a Draghi, que se desgañita pidiendo reformas estructurales que no llegan. Si con condiciones financieras casi perfectas (dinero barato, compra deuda por parte del BCE, bajada radical en el precio de las materias primas) no se acometen las reformas, difícil cuando los vientos cambien. Mario teme la fragilidad del mensaje político con elecciones y votos por medio.

Del problema financiero, ya tuvimos un aviso con el desplome bursátil del Deutsche Bank a principios de este año. Aunque se quiso dar la apariencia de caso aislado, realmente la banca europea tenía un problema de vencimientos de deuda en 2017 que amenazaba sus balances (Bloomberg lo cifraba en 2,3 billlones de euros). Y, por ello, todo el sistema financiero europeo, ocupado de una forma casi exclusiva por el peso de la banca (aquí su explicación, en enero de 2015 "Soy Leyenda"). La última inyección --más de 1,5 billones-- alivia a la banca y anima a reforzar capital y prestar (si encuentran demanda solvente, claro).

Pero lo real es que los problemas no desaparecen por arte de magia. Draghi lo sabe. Como sabe que sus medidas (quiera o no) son extraordinarias. Y que el mantenimiento de esas medidas no presagian nada bueno.