TDtesde un tiempo acá la palabra imaginación tiene un creciente espacio en los medios de comunicación extremeños. Y no tanto como "la loca de la casa", de la que hablaba Santa Teresa de Jesús , sino como valor de mercado. La imaginación no sería únicamente la palanca para escribir cuentos fantásticos, que nos permitan evadirnos de la realidad, sino un factor tangible, un motor para hacer proyectos que conviertan las ideas en negocio. Podemos imaginar muchos mundos, pero todos están en éste; todas las ideas pueden transformarse en riqueza que mejore la sociedad. Esto es, a mi juicio, lo que pretende hacer el Gabinete de Iniciativa Joven (GIJ) y lo que, con la presencia y aval de los Príncipes de Asturias, se ha defendido esta semana en el Encuentro de la Sociedad de la Imaginación, que ha tenido lugar en Mérida.

Se trata de una propuesta sugestiva y polémica. En primer lugar por el origen de la misma. Que sea una administración --tantas veces justamente asimilada a la burocracia-- la que la impulse es una ocasión para contemplar una versión del mundo al revés que, aunque sólo sea por eso, estimula el interés.

En segundo lugar, porque se trata de un riesgo. Poner en marcha el Gabinete y apostar por él como lo ha hecho la Junta de Extremadura, y muy particularmente el presidente, es arriesgado. Y valiente. Al fin y al cabo, la política diaria transita por otros caminos y ningún elector va a cambiar de voto porque el partido al que apoyó no se haya comprometido con proyectos basados en ideas que buscan la originalidad y la innovación. Incluso cabe la posibilidad de que ocurra al revés, porque mucha gente puede decir: "Qué hace Juan Carlos Rodríguez Ibarra gastándose el dinero en estas cosas cuando hay carreteras que arreglar, colegios que mejorar, hospitales que atender..." Y no les faltará razón a quienes lo digan porque, efectivamente, en Extremadura hay carreteras que arreglar, colegios que mejorar y hospitales que atender. El reto consiste en --y el riesgo que se corre es no conseguirlo-- convencer a la gente de que invertir en este proyecto puede revertir en la mejora de las carreteras, de los colegios y de los hospitales porque lo que se pretende es hacer surgir ideas que ayuden a progresar a la sociedad extremeña.

Lograrlo --es decir, convencer a la gente-- va a ser difícil por la propia naturaleza del proyecto, porque querámoslo o no, no se llega a entender de un día para otro que la "loca de la casa" no es sólo un tesoro espiritual sino también puede ser un cofre con monedas.

Pero también creo que va a ser difícil convencer a la gente porque se está transmitiendo una idea de que lo que busca el Gabinete de Iniciativa Joven está más cercano a la utopía que a la imaginación. "Buscamos a los perros verdes", ha dicho Juan Pastor , el gerente del GIJ, y tras esa frase cualquiera se imagina al inventor, al visionario, a una especie de Leonardo da Vinci adelantado a su tiempo. Un perro verde. Un raro. Un genio. Y, por lo mismo, un extraño para la mayoría de las personas. Al mismo tiempo, Pastor parece sentirse desencantado porque cree que la sociedad extremeña piensa que el GIJ "vende humo". Tal vez sería bueno reflexionar sobre si no es una contradicción alentar la búsqueda de lo extraordinario y, al mismo tiempo, pedir que la mayoría lo comprenda. Si el Gabinete quiere, como parece que quiere, que la sociedad extremeña apoye el esfuerzo que hace para alentar proyectos innovadores, debe intentar por todos sus medios que ese esfuerzo sea comprensible para la mayoría, y muy especialmente para los jóvenes.

Rodríguez Ibarra recordó ante los Príncipes de Asturias en el acto inaugural del citado Encuentro de la Sociedad de la Imaginación, que un día Francisco Pizarro , el trujillano conquistador del Perú, hizo ver a sus hombres que, a partir de aquel momento, iban a adentrarse en lo desconocido. Pizarro invitó a los suyos a unirse a él, advirtiéndoles que podían no hacerlo y que quienes lo hicieran corrían el riesgo de enfrentarse a tierras y situaciones sobre las que no había referencias. "Trazó, con su espada, una raya en la arena. De la raya hacia acá estaba la seguridad; de la raya hacia allá, la inseguridad y la aventura, y tal vez la gloria. Sólo cruzaron la raya 13 hombres", vino a decir el presidente.

La pregunta que hay que hacerse es cuántos conviene a Extremadura que crucen la raya.