Al arzobispo Antonio Cañizares le preocupa la familia, en concreto la familia cristiana, y ha exhortado a sus fieles a defenderla --bien es verdad que no ha dicho cómo-- ante "la escalada de dirigentes políticos, el imperio gay y ciertas ideologías feministas", que así lo ofició en misa y así lo ha oficializado luego por escrito. No es una novedad, ya que el arzobispo Cañizares es un hombre con preocupaciones cíclicas, para las que puede tener una solución, como cuando convoca una vigilia para "rezar por España y su unidad", o para las que solo tiene preguntas, como cuando le preocupa la "invasión de emigrantes y refugiados" que llegan a Europa, preguntándose si serán "todos trigo limpio". ¿Trigo limpio, tratándose de una "invasión"? Hombre, monseñor.

Respecto a la preocupación de ahora, no es fácil saber a qué se refiere con "ciertas ideologías feministas", por más que la diputada Anna Gabriel , preguntada por su idea de familia, haya dicho que le gustaría tener hijos comunalmente, sea eso lo que sea y consista en lo que consista. Y tampoco es fácil saber cuáles serían los dirigentes políticos que le preocupan en ese sentido, salvo que se trate de cualquiera que no pertenezca al Partido Popular, que es el partido de referencia de la jerarquía eclesiástica, y el más familiar. Ahora bien, no es difícil comprender su preocupación por la familia cuando se trata del "imperio gay", pues es sabido que lo gay, en cualquiera de sus variantes, es incompatible con la familia cristiana. Lo que le preocupa al arzobispo Cañizares es que lo gay no solo pueda ya casarse sino que pueda también divorciarse y, lo inconcebible (en sentido estricto), que pueda incluso abortar, tres razones de una civilización muy alejada de lo católico. Es razonable que lo califique de imperio gay, en oposición al imperio de la Iglesia, el más preocupado.

Menos mal que las preocupaciones de monseñor Cañizares se solucionan rezando, como le corresponde, o preguntando por el trigo, si es todo limpio. Dios le guarde.