WEwl informe preliminar de la comisión paritaria del Senado norteamericano sobre los ataques del 11-S resulta demoledor para la estrategia electoral de George Bush. Al proclamar que no han encontrado "ninguna prueba creíble" de una colaboración entre Sadam Husein y Al Qaeda, los senadores ponen en tela de juicio uno de los argumentos utilizados por Bush y sus colaboradores para justificar la guerra preventiva contra el déspota iraquí. Una falsedad más, como la falacia sobre la existencia de armas de destrucción masiva, la mistificada devolución de soberanía a los iraquís y la tramposa cesión de la custodia del dictador preso.

Los efectos electorales de tantas mentiras no se conocerán hasta el próximo mes de noviembre, pero el candidato demócrata, John Kerry, se apresuró ayer a acusar a Bush de haber engañado al pueblo para desarrollar sus planes belicistas. La reiteración de la patraña quizás explique que todavía la mitad de los norteamericanos sigan creyendo en la connivencia de Bin Laden y Sadam. Cuando muchos de esos ciudadanos interioricen la magnitud de la impostura, la reacción puede desalojar a Bush de la Casa Blanca y situarlo en el museo de los mayores falsificadores de la historia.