Cantautor

En la sociedad de nuestros días vemos como la cosa más normal del mundo engañar y que nos engañen. La impostura que supone ir de lo que no se es se ha convertido en una virtud.

Un partido político puede prometer en su programa una cosa y hacer luego exactamente lo contrario. Puede ser de derechas e ir de izquierdas, o viceversa. Y nos parece normal.

Una actriz de moda puede vivir en una mansión rodeada de lujo asiático y hacerse un reportaje de maravillosas fotos entre niños famélicos de Africa, vestida como para ir a la ópera o a recoger el óscar. Y nos parece normal.

El cantante de un grupo de rock que vende millones de copias de sus discos puede contarnos en una canción la noche golfa que pasó en un motel de la autopista de la Miseria, con medio dólar en su bolsillo. Y nos parece normal.

Por poner otro ejemplo aún más sangrante diré que el Vaticano canoniza a santos de cuya santidad hay dudas más que razonables y nos parece normal.

En el ciudadano común va apareciendo la actitud de reírse un poco de todo esto, de no creérselo ni poco ni mucho. Nos empieza a parecer que esta falta de consecuencia no es tan normal como nos lo quieren vender. Pero nos quedamos ahí un poco resignados y no nos indignan este tipo de actitudes. Como se indignaban en otras épocas nuestros abuelos con los pobres que llegaban a pedir limosna y se hacían los cojos o los ciegos para infundir compasión. Si los descubrían les parecía escandaloso y se les echaba del pueblo sin más miramientos.

Supongo que ha habido épocas y sociedades en las que la impostura estaba mal vista, e incluso castigada. Pero desde luego no es la nuestra.