Por mucho que nos adviertan de un peligro real, los humanos tenemos la tendencia de hacer caso omiso. Como dice el refrán, es como predicar en el desierto. Seguro que durante esta pandemia producida por el covid-19 habéis podido ser testigos de muchos de casos de gente imprudente que no han guardado la distancia de seguridad o han ido por la calle sin mascarilla o llevándola mal colocada. Os explico un caso real que he vivido recientemente en primera persona. A menudo voy a comprar a una tienda de comestibles del barrio. En la puerta hay un cartel que señala que no están permitidas más de tres personas en su interior. Cuando voy, lo primero que hago es mirar para ver cuántos hay. Aquel día en concreto solo había una clienta comprando. Por lo tanto tenía luz verde para entrar. Pasaron solo unos segundos cuando una madre y una hija también accedieron al local. Ya sobraba una. A los pocos instantes entró otro cliente y poco después una clienta sin mascarilla que al darse cuenta de que no llevaba se tapó la boca con un sobre o algo parecido. En total, seis personas, el doble de las recomendables. Me gustaría saber qué comentan en casa estas personas que no tuvieron la más mínima precaución, a pesar de la advertencia del cartel enganchado en la puerta del establecimiento. Quizá alguna de estas personas hablan de imprudencias, pero cuando la cometen los otros.