Hace más de veinte años que viajo con frecuencia desde Extremadura a Cantabria por carretera y en ese tiempo el tramo de quinientos kilómetros que une las dos regiones se ha estilizado una barbaridad. Ya no es la carretera flaca y con asfalto enfermo de viruela de los años ochenta por la que uno transitaba encomendándose a todos los santos antes de tomar una curva o hacer un adelantamiento. Tampoco es ahora una vía serpenteante que se mete por el centro de todas las poblaciones que encuentra a su paso para husmear por sus calles y de paso dar la oportunidad al viajero de aprenderse pueblo a pueblo de pe a pa . Hoy, a aquella tísica y entrometida vía de quinientos kilómetros le quedan apenas dos primaveras y algo más de cien kilómetros para ser autovía en su totalidad, y surca los trechos extremeños, castellanos y cántabros sin dejarse ver por una sola calle o plaza. Claro que los automóviles de hoy también han evolucionado y no tienen nada que ver con los de entonces. Estos de ahora, aparte de las cuatro ruedas, el motor y la carrocería, tienen suspensión inteligente, luces regulables, ordenador de a bordo, climatizador, airbags, frenos ABS, etcétera; y de potencia mejor no hablamos. Vamos, que también son buenos coches, como dice el chiste.

Cabe preguntarse entonces por qué a mejores tramos de carreteras y vehículos más seguros, el índice de muertos por accidentes de tráfico no disminuye.

Ni siquiera ha servido de acicate preventivo toda buena intención de la Dirección General de Tráfico ideando el carné por puntos; e incluso algunos, sorprendentemente y por barrer políticamente para casa, lo tachan de fracaso. No es justo subestimar una ley u ordenanza que se pone en marcha para intentar solventar o atenuar un problema, porque a priori, eso es más efectivo que no hacer nada para solucionarlo. Quizá la DGT debería plantearse seriamente ponernos a cada conductor un agente de tráfico al lado cada vez que movemos el coche, como si fuera un ángel de la guarda. Y aún así, estoy seguro de que algún temerario automovilista pondría a prueba su superbólido para quitarse al agente de encima y cometer alguna imprudencia.

*Pintor