El llamado impuesto de responsabilidad por la crisis financiera que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quiere imponer a los 50 grandes bancos del país ha levantado gran polémica. ¿Es una carga fiscal lógica y solvente, o estamos ante una medida populista dictada por intereses políticos?

Falta ver el proyecto en su enunciado final, pero se trata de un nuevo impuesto por un periodo de 10 años que pretende obtener 100.000 millones de dólares, las pérdidas previstas para el fondo de salvación bancaria de 700.000 millones que George Bush --con el apoyo de la mayoría de los demócratas, pero no de los republicanos-- arbitró a finales del 2008 para evitar un grave descalabro financiero. El impuesto tiene toda la lógica. La ley del fondo de salvación bancaria ya dice que no debe tener coste para el contribuyente, y si bien muchos bancos han devuelto el dinero recibido, no ha sido así en todos los casos. Y el fondo también ha servido para sostener la gran compañía de seguros AIG, que al cumplir sus obligaciones --gracias a la ayuda estatal-- evitó la quiebra de muchos bancos. No es lógico que el contribuyente salve a la banca de una crisis terrible y además pierda dinero. Y más cuando esta crisis, cuyo origen está en cierto aventurismo bancario, ha obligado a Estados Unidos a incurrir en un fuerte déficit fiscal que se deberá corregir en los próximos años. Y cuando la crisis no está superada, hay muchas quejas por la escasez de créditos a las pequeñas empresas y los banqueros vuelven a otorgarse generosos complementos salariales.

Por otra parte, el impuesto, que gravaría con 1,5 millones cada 1.000 millones de dólares de recursos ajenos salvo los depósitos tradicionales, es inteligente. Grava la operativa arriesgada de la banca y, al aplicarse solo a los 50 primeros bancos, no podrá ser repercutido a los clientes. Salvo que los grandes corran el riesgo de perder atractivo frente a la banca pequeña.

Por otra parte, los escandalosos bonos bancarios y el déficit público desbocado pueden hacer que el nuevo impuesto sea popular, lo que ayudaría a que no encuentre fuerte oposición en el Congreso.

El miércoles, Barack Obama cumplirá un año en la Casa Blanca. La dura gestión ha castigado su imagen y hoy los juicios positivos no superan demasiado a los negativos. Pero el nuevo impuesto indica que el presidente de Estados Unidos sigue teniendo tanto buenos reflejos políticos como recetas económicas nuevas y no convencionales.