Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes han sido imputadas por la financiación irregular del PP en Madrid. Las dos expresidentas de la Comunidad, pilares del partido en un pasado muy reciente, son investigadas por su presunta participación en la trama Púnica, el segundo gran caso de corrupción del PP junto a la trama Gürtel. A instancias de la Fiscalía Anticorrupción, el juez destaca el papel «decisivo y esencial» que se le supone a Aguirre en la búsqueda de recursos ilegales para las campañas electorales. A Cifuentes se la imputa por la adjudicación irregular de la cafetería de la Asamblea de Madrid al grupo Cantoblanco, del expresidente de la patronal madrileña Arturo Fernández.

Durante años, Aguirre parecía intocable, inmune, ajena a las actuaciones que ejecutaban sus colaboradores y la beneficiaban políticamente a ella. Dirigió con mano férrea la Comunidad de Madrid entre el 2003 y el 2012, después de haber sido ministra de Cultura y presidenta del Senado. Tres veces logró imponerse por mayoría absoluta, a pesar de que su presidencia estuvo ensombrecida por numerosos escándalos. En cambio, Cifuentes apenas aguantó tres años en el cargo. Cayó enredada en sus propias mentiras y, al final, dimitió por un vídeo filtrado en el que se la veía robando en un supermercado.

Ambas son claras representantes de un comportamiento político sobre el que ahora deben pronunciarse los tribunales. Un modo cuestionable de ejercer el poder que presuntamente puso a las instituciones al servicio del partido, de su red clientelar y de su ambición. La hemeroteca ofrece innumerables ejemplos de ejemplaridad que pretendían destilar Aguirre y Cifuentes, esforzándose en lanzar mensajes de tolerancia cero con la corrupción mientras formaban parte de un engranaje corrupto que convirtió a España en su cortijo y hundió en el descrédito al PP.

Pablo Casado se presentó como la renovación obligada. Por ello, a pesar de haber llamado a la presunción de inocencia y de lo difícil que es discernir entre el viejo y el nuevo PP, ha puesto distancia entre las recientes imputaciones y el partido. Su apuesta son las nuevas caras desvinculadas del periodo más deshonesto del PP. Intención que no ha acabado de conseguir del todo con la elección de Isabel Díaz Ayuso. La pesada sombra de la corrupción también se cierne sobre la actual presidenta de la Comunidad de Madrid. Sombra que no le ha impedido conseguir la confianza de los votantes y el apoyo de Ciudadanos y Vox. Las urnas no siempre se llevan bien con la memoria.