Un informe de la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra, en los lejanos años del franquismo, atribuía los incendios forestales en Galicia a causas de diverso origen. Exactamente las mismas que se siguen esgrimiendo hoy, según los casos. Desde la piromanía al terrorismo político. Desde los intereses inmobiliarios, que buscan la recalificación de los terrenos, a los madereros que negocian con la madera quemada. Desde el abandono de las tierras y la maleza que las ocupa, a la maldad que ocupa los corazones y los llena de ansias de venganza.

Todas ellas y aún algunas más, en distintos porcentajes y medidas, siguen vigentes. Y actuantes. Por eso no sé si estaré escribiendo con suficiente conocimiento de causa, pero puedo asegurarles que con total y pleno padecimiento de los efectos inmediatos.

Galicia está ardiendo. La gente dice que porque le prendieron fuego. Desde hace tres días, el concello en el que vivo y escribo estas apuradas líneas arde, como arde también gran parte de Galicia. El Gobierno gallego está desbordado. Carece de medios suficientes para atajar tanto fuego provocado, tanta mala baba seca, para luchar contra tanto viento como el que lo empuja.

Ya no hay helicópteros, ni hidroaviones con sus panzas repletas de agua. Apenas restan cuadrillas de bomberos que puedan atender a tantos frentes como los que nacen, renacen, existen, se reproducen y parece que no se van a extinguir nunca.

XAPENAS Ax 100 metros de la casa en la que escribo esta crónica, el fuego está devorando todo lo que encuentra, cercando casas y granjas, ante nuestra más absoluta indefensión e impotencia, tantas que lo único que puedo hacer es regresar a la biblioteca y desde ella intentar contarles lo que aquí estamos viviendo.

¿Quién trajo el fuego tan cerca de nuestras casas? Sin duda que una mano que lo prendió en la maleza, para que ella hiciese el resto. Ayer sucedió lo mismo. Estos son los alrededores de Santiago. Anteayer igual. El paulatino abandono de la agricultura y de la ganadería tradicionales, la nula necesidad de cultivar el monte con tojos que, una vez arrancados, sirvan de cama al ganado en las viejas y hoy desocupadas cuadras aldeanas, unido todo ello a la extraordinaria capacidad no ya expansiva sino incluso invasiva de pinares y eucaliptales, todo ello, ayuda a la tragedia que se extiende con voracidad inusitada. ¿Quién aleja el fuego de nuestras casas? El alcalde y los vecinos. Mangueras de los retenes municipales y Protección Civil unidas a las domésticas que sorben el agua de los pozos, ayudadas de palas mecánicas que abren cortafuegos, mientras las palas de goma golpean desesperadamente los matorrales incendiados, son quienes desde hace tres días, en el concello de Brión, próximo a Compostela, luchan contra el fuego que cerca nuestras viviendas.

Otra vez la colectividad gallega se une contra la tragedia, como hizo no hace mucho en la ocasión triste del Prestige. ¿Y la Xunta? La Xunta está superada, carece de medios suficientes.

La guerra empieza a ser ya otra, como sucedió también en la ocasión que se recuerda. Los teléfonos móviles empiezan a transmitir mensajes: "El bipartito gallego descabezó el Servicio de Incendios de Fraga , acusó de beneficiarse de los incendios. Resultado, 4 muertos y 40.000 has. quemadas en cuatro días y lo que falta, ¿dónde están Nunca-Máis y el resto de la manifestación Pásalo". Los columnistas políticos se manifiestan y, como sucede con las causas de los incendios, las interpretaciones son múltiples y variadas.

Un intelectual orgánico marxista, escritor sentimental y militante conocido, escribe respecto del director general de montes, miembro del BNG, que se trata de "un político íntegro, responsable, organizado, honesto, sensato. Ama tanto a su país que las últimas noches duerme en el despacho, currando en sueños". Entre esta y la lucecita del Pardo ya nos explicarán la diferencia.

Mientras tanto, la prensa de Madrid titula a cuatro columnas, en portada, "La Xunta exige saber gallego para trabajar en la lucha contra incendios". Les ahorro los subtítulos. Es evidente que la prensa no se vende, pero daría la impresión de que alguna se alquilase a bajo precio. Galicia está que arde. A monte quemado, ganancia de pescadores de votos.

La indefensión del Gobierno gallego es nuestra propia indefensión. En vez de regar el país con mensajes telefónicos que no apagan fuegos sino que los encienden, mejor sería que algunos ayudasen a echar agua. En vez de colaborar a evitar que los retenes contra incendios se puedan entender con los vecinos que conocen el monte y lo describen con palabras tan antiguas como ciertas, mejor sería que otros ayudasen a mojar nuestras conciencias de civismo y del sentido institucional precisos en los momentos necesarios, léase Prestige o léase Galicia en llamas.

¿Y qué decir de los obsecuentes con el poder y sus lucecitas encendidas. Esos, mejor, que se callen. Mientras no suceda así habrá poco que hacer. Como mucho dejar esto firmado y regresar con los vecinos. Esta noche velaremos. Antes, lo más que probable es que todos cenemos pollos a la brasa.

*Escritor