Ucrania recuerda con las manifestaciones de estos días que tiene cuentas pendientes que no pudo saldar con la Revolución Naranja del 2004. Europa es ahora el estandarte bajo el que se cobija el descontento popular por la corrupción y el autoritarismo, escenificado en la represión policial que representa el presidente Víktor Yanukóvich . Como en el 2004, los ucranianos intentan apear del poder a Yanukóvich, entonces primer ministro que formaba tándem con el presidente Leonid Kuchma. Desde entonces, la fallida cristalización de la democracia se expresa tanto en la encarcelación de la opositora Yulia Timoshenko como en la servidumbre a los intereses de Rusia, que pasa por alto el respeto a la soberanía nacional como si existiera aún la guerra fría. La confirmación de que Rusia no quiere perder una pieza del antiguo tablero soviético en un momento en que gana perfil exterior puede obstaculizar una solución. Corre prisa encontrarla.