Empezó la ya tradicional cuesta de enero y con ella las economías domésticas de miles de ciudadanos comenzarán a resentirse y es posible que en algún caso, algo peor. Las últimas subidas de precios en la leche, el pan y otros productos de primera necesidad, junto al incremento de tipos de interés, de hipotecas, del precio del combustible, del recibo de la luz, etcétera, no harán sino acompasar las bancarrotas que se sucederán en los próximos meses y que van a condicionar en gran medida la decisión de parte del electorado en las próximas elecciones generales de marzo.

Me da la impresión --y lo digo desde una intuición de ciudadano de a pie-- de que hay algo que se nos oculta y que desde las autoridades económicas españolas no se nos dice con nitidez, como si se tratase de aterciopelar alguna crisis ya iniciada y que por motivos obvios, no se pretende reconocer, al menos con la contundencia que se debiese. Esto ha hecho mover ficha al gobierno de Zapatero , con medidas de última hora como ha sido el incremento del salario mínimo interprofesional hasta los 600 euros, la subida de las pensiones y otras que a buen seguro se anunciarán en breve, todo ello al objeto de desdramatizar la evidente preocupación que la ciudadanía tiene con respecto a su futuro más inmediato, su solvencia económica y su capacidad adquisitiva, que nos preocupa, según la última encuesta del CIS, de manera notable a los españoles.

Independientemente de lo que digan los economistas y los políticos, y el mayor o menor impacto que esta situación pueda tener en los próximos meses --a tener muy en cuenta-- a quien más y a quien menos, lo que realmente nos interesa es tener trabajo, un sueldo aceptable, liquidez para hacer frente a las deudas contraídas con los bancos y poder comer todos los días y si es posible, mejor que peor. Estas, por tanto, habrán de ser algunas de las cuestiones más relevantes que demandamos a quienes pretenden gobernarnos y que tendrán que ir plasmándose en sus medidas electorales.

*Técnico en Desarrollo Rural