Una semana de recorrido por Galicia y el País Vasco deja al menos una cosa clara: que nada está claro. Aunque la propaganda los haga a todos ganadores en estos 15 días, sobre el terreno se percibe incertidumbre. En Galicia, porque los resultados de hace cuatro años, y los sondeos de ahora, son tan ajustados que cualquier cosa puede dejar la mayoría absoluta en un campo o en otro. Y en el País Vasco, porque ninguno de los aspirantes a gobernar puede soñar siquiera con sacar el 1 de marzo la mitad más uno. Y es que a las variables habituales hay que añadir la crisis. Son las primeras elecciones desde que fue evidente la gravedad del deterioro de nuestra economía. La duda es qué pesará más en los electores: el miedo o la ira. Y a quién hacen responsable de la situación. Será interesante comprobar si los ciudadanos se creen más la versión local de la recesión: la culpa la tiene el Gobierno, dice el PP; el conjunto de España está peor que Euskadi, dice el PNV. O la versión internacional: es una crisis global que alcanza de lleno a España y golpea a sus sectores productivos más vulnerables, como el ladrillo, como sostiene el Gobierno socialista. Una incógnita absoluta es si todas las investigaciones sobre o en el entorno del PP vienen con factura electoral debajo del brazo o no. Pero independientemente de cómo jueguen ambos factores, el día 2, en Galicia, estará claro, al menos, quién va a gobernar y con qué mimbres, los próximos cuatro años. Si nos creemos las encuestas, en el País Vasco la situación será mucho más endemoniada. Porque salvo que Juan José Ibarretxe pueda reeditar el tripartido, todas las combinaciones tienen riesgo para los socialistas, dentro y fuera de Euskadi... Gobernar con el apoyo externo del PP no es gratis, pero sostener al PNV en el poder, tampoco. De momento, las campañas transcurren a dos velocidades. En Galicia, los dos partidos que han gobernado se dejan las cuerdas vocales llamando a la movilización, porque temen la abstención de los suyos. En Euskadi, los candidatos hablan bajito. Nadie quiere despertar a los votantes del otro.