La confusión diplomática reina en torno al Consejo de Seguridad en las horas que preceden a la decisión definitiva en la guerra contra Irak. Las presiones y chantajes de EEUU y otras potencias sobre los países latinoamericanos y africanos con voto constituyen una censura implícita del funcionamiento de la ONU y abren una crisis entre Washington y París.

Pero Francia no está sola. Rusia también vetará el ultimátum planteado por EEUU, Reino Unido y España a Irak si se somete a votación en la ONU. Aunque no se sabe si eso ocurrirá, ni cuándo, porque la resolución, que Blair quiere ahora dulcificar y retrasar para ganar tiempo y evitar la fractura de su partido, está derrotada de antemano. Están en juego no sólo el estallido de la guerra, sino el destino de las Naciones Unidas, de las relaciones transatlánticas y de los líderes que propagan esta trágica aventura, con Bush, Blair y Aznar a la cabeza. Desearíamos que se hallara un compromiso para dar más tiempo a los inspectores, desarmar a Irak y evitar la guerra. Pero parece tarde para esperar ese tipo de prodigios. El presidente estadounidense insiste en que irá a la guerra con la ONU o en contra de ella, y tiene una injustificada prisa.